








Prácticamente dos maratones de risas a través de cuestas, adoquines y puentes; como si estuviéramos en casa, pero por las calles de Lisboa, Sintra y Cascais. Decenas de kilómetros a pie, y miles en todo tipo de transporte: en autobús, bien temprano, prácticamente desde la fiesta de graduación, rumbo al avión. En tren, a través de los paisajes atlánticos del extremo occidental euroasiático. En tranvía, por las siete (u ocho) colinas que conforman la capital lusa. En bicicleta, en patinete, en ascensor urbano, en funicular o en tuk tuk… cualquier medio que nos llevara a descubrir nuevas calles y nuevas gentes.
Porque de Portugal nos han impresionado sus tangibles. Desde las eclécticas torres del Palácio Nacional da Pena hasta el divino infierno dantesco de la Quinta da Regaleira. De la burguesa Praça do Comércio hasta los populosos barrios de Alfama y Chiado. La Baixa de Lisboa y el Bairro Alto. Las infinitas vistas desde el Castelo de São Jorge, que antes fue dos Mouros; desde el Miradouro de Santa Luzia; desde el Santuário de Cristo Rei y desde el Elevador de Santa Justa, obra de Raoul Mesnier, discípulo de Eiffel. Con el Tajo omnipresente desde la Torre de Belém, el Mosteiro dos Jerónimos y el Monumento aos Descobrimentos, hasta prácticamente el Cabo da Roca, pasando por la Boca do Inferno en Cascais y el Estoril de los Borbones. El café A Brasileira de Pessoa; el inexistente techo del Convento do Carmo; la Livraria Bertrand, la más antigua del mundo, y la más moderna, o Ler Devagar, en el centro de arte LX Factory.
Pero nos quedamos, especialmente, con sus intangibles. En primer lugar, con los aromas de la ciudad. Con el perfume de aquellos claveles que hace cincuenta años protagonizaron una preciosa revolución que ya quisiéramos en nuestra historia. Con el olor penetrante de la sardina. Con esa particular água do banho que te asalta en cualquier rincón. Y la inconfundible fragancia mariana.
También con el gran abanico de colores de medio mundo, de una capital que es la síntesis de cinco siglos y cuatro continentes. Un arco policromado bañado por un sol intenso, que nuestras alumnas quisieron llevarse a casa grabado en la piel. Con los sabores de los pasteles de nata de Belém y del bacalhau à brás.
Y con los sonidos. Aquel lejano de 1755, provocado por un terremoto diez sobre diez en la escala de Richter. Los eternos sonidos melancólicos del fado o, también, aquellos sonidos menos profundos y mundanos, como el bullicio de la fiesta lisboeta, los llantos de alegría, los bostezos de sueño y los gritos por los goles de a seleção frente a la roja.
El viaje de 2º de Bachillerato del IES Andreu Sempere de Alcoy de 2025 quedará, marcado para siempre, en la memoria de todas nosotras. De Mar, Rodri, Liberto, Mariola, Raquel, Candela, Marina, Sandra, Marc, Alex, Júlia, Laura, Iris, Sergio, Edu, Alexandra, Teba, Natalia, Milén, Nura, Arianna, Leyre, Natxo, Dario, Emma, Inés, Arnau, Nazaret, Marlon, Maria al cuadrado y Sara o Sarah a la quinta potencia.
Ha sido un placer acompañaros en este viaje,
Kiko, Andrea y Diego