La tecnología, esa gran desconocida
En estos días de estado de alarma debido a la pandemia provocada por el COVID-19, parece que la tecnología se ha convertido en una palabra de referencia. Discusiones acerca de la brecha tecnológica en la educación o la conveniencia de la geolocalización de la población por medios tecnológicos, son frecuentes en “redes sociales” (también a su vez entendidas como un producto tecnológico). La mayoría de la población ha pasado de, excepcionalmente, hacer una videollamada por WhatsApp a utilizar con frecuencia Skype, Hangouts, Zoom, WebEx y un sinfin de aplicaciones propias de organismos como universidades o empresas. Igualmente, y más centrados en nuestro sector, los “productos tecnológicos” diseñados para la enseñanza-aprendizaje a distancia se han multiplicado últimamente. Desde entornos “open source” como Moodle o privados como Google Clasrooms, el uso de estos se ha extendido significativamente por la situación pandémica. Asimismo, las plataformas de contenidos audiovisuales digitales (tipo Netflix o HBO entre otras) se han erigido en centro de referencia del ocio durante el confinamiento, al igual que juegos para PC, Apps de tabletas, la Play Station o la Nintendo Switch focalizan el ocio de mucho niños y adolescentes. En general, nuestra vida profesional, escolar y de ocio se ha visto mediatizada y condicionada por “La Tecnología”.
Además, nos enfrentamos a un montón de teorías “pseudoconspiranoicas” que aducen a la posible influencia de la 5G en la pandemia, al control de la población a modo “gran hermano” con la ubicación de los dispositivos móviles, al aumento del flujo de datos en internet y los consiguientes riesgos en la ciberseguridad, a la la sutil derivación de los pagos a las tarjetas de crédito que permiten un mayor control de los usos y costumbres de consumo… Si a todo esto le añadimos los bulos de las redes creados con aplicaciones informáticas, (como Photoshop u otros editores audiovisuales) y la cada vez más recurrente derivación a medios de comunicación digitales como fuente de información, parece que “La Tecnología” ha entrado en nuestras vidas con “fuerza” y “parece” que no podamos evitarla. Incluso, podemos ver campañas televisivas instando a la población a que enseñe a los más mayores su uso para poder comunicarse con sus seres queridos en la etapa de confinamiento.
Con todo, nos enfrentamos a una situación en la que las opiniones al respecto empiezan a ser múltiples y contradictorias. Por una parte vemos la tecnología como una aliada (mejora nuestras comunicaciones, nos proporciona múltiples fuentes de información, nos ayuda en nuestro trabajo…), pero por otra la vemos como una enemiga en ciertos aspectos (control gubernamental de la población, injerencia en nuestras vidas por parte de las empresas para su beneficio, alienación de nuestros menores…).
Ante la descripción de este panorama, hay un pequeño detalle que nos ha pasado desapercibido… todo esto no es “La Tecnología”. La tecnología es otra cosa. La tecnología no se limita a “las nuevas tecnologías” o a las “TIC”. La tecnología, por definición, es la capacidad humana (prácticamente ausente en los animales) de resolver nuestros problemas y de cubrir nuestras necesidades. La tecnología también está en la lavadora que lava nuestra ropa, en el horno que hace nuestro pan, en la bombilla que ilumina nuestras noches, en las tijeras que cortan nuestros cabellos y en el cuchillo que corta nuestros alimentos. La tecnología es una condición humana sin la cual nuestra vida no sería lo que es. Y por supuesto, junto con la ciencia (prácticamente no tiene sentido la una sin la otra) es la que salva vidas en las UCIs de los hospitales, la que avanza en el descubrimiento de nuevos fármacos que puedan paliar los efectos del coronavirus, y la que permitirá que una vacuna acabe con esta pandemia.
Sin duda tendremos que aprender a convivir con estas “nuevas tecnologías”, a usarlas de la manera más adecuada (igual que aprendimos a usar la aguja de coser, la máquina de escribir o la radio), a que sirvan “realmente” para resolver nuestros problemas y no para agravarlos. Pero, en cualquier caso, no podemos defender o denostar algo que va intrínsecamente unido al ser humano y que, en definitiva, su buen uso está al servicio de nuestro bienestar y la mejora de nuestras vidas. Tenemos que ser conscientes que la tecnología, tiene que formar parte de la educación básica de la ciudadanía para garantizar ese buen uso. Recordando la frase del filósofo Antonio Escohotado, “la cuerda que sirve al alpinista para escalar una cima sirve al suicida para ahorcarse”.