Publicación del último número de la revista escolar OLA18

Revista escolar

Un año más os presentamos la revista escolar OLA18 para que la disfrutéis y podáis conocer toda la actividad que se ha realizado en el centro a lo largo del curso 2021-22. Desde sus inicios, en diciembre de 2.003, la implicación en este gran proyecto de centro por parte del profesorado y el alumnado ha sido constante. El alumnado ha participado en su edición, con mucha ilusión y dedicación, a través de trabajos y artículos en los que han reflejado su visión del mundo, sus vivencias e intereses personales.

Esta última edición, la número 24, es muy especial. No solo incorpora una selección de los artículos más destacados del último curso escolar, sino que además incluye artículos de los dos cursos anteriores, que no pudieron ser impresos debido a la pandemia, y un especial dedicado a la mayoría de edad de nuestra revista con la selección de 18 artículos (uno por año cumplido) de toda la historia de Ola18.

Podéis adquirir la revista en la conserjería del centro a un precio simbólico.

Esperamos que os guste.

Testimonios

“Cuando nos llega y abrimos el sobre, el primer olor que sale de dentro e inunda nuestra pequeña redacción es el de la mar inmensa… de emociones, ilusiones, trabajo, lucha, sueños, locura y sensatez que contiene. Toda la vida bogando en un barco de papel.” (Ola18, nº 14, p. 59).

Salustiano Fernández, Coordinador de La Mandrágora, revista escolar del IES León Felipe de Benavente (Zamora), ganadora del Premio Lobo  a la mejor publicación escolar del curso 2009-2010.

“…Ola18, la revista que recibo todos los años y que cada año se supera a sí misma” (Ola18, nº 14, p. 63).

José Antonio Sanduvete, Coordinador de La revisteta, revista escolar del IES La Creueta de Onil.

“Educar en y para los medios no debería ser una asignatura. Es algo mucho más importante. Por eso necesitamos más revistas como Ola18 y centros como el IES Playa San Juan de Alicante”.  (Ola18, nº 14, p. 64).

José Manuel Noguera, Director del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UCAM. 

Microrelats 25N – 20b

Microrelats 25N – 20a

Microrelats 25N – 19

Microrelats 25N – 18

Cuando menos te lo esperas

«Cuando menos te lo esperas»
ALEJANDRA CEGARRA, PR4

La alarma del teléfono comenzó a sonar. Con ese típico sonido que te taladra la cabeza todas las mañanas y te hace desear que no sea tu despertador, sino el de otra persona. Jackson hundió la cabeza en la almohada y resopló a la vez que apagaba la alarma con pocas ganas. Se levantó de la cama con otro rugido y descorrió las cortinas completamente opacas de su habitación, dejando que un brillante sol matutino le cegara por completo.
Hacía un día precioso. El brillante sol, acompañado de un precioso cielo azul, sin una sola nube en el cielo, cubrían la ciudad como una manta protectora que animaba a todos a estar contentos sin importar las circunstancias. Sí, el adoraba esos días. Le hacían sentirse vivo. Caminó como un zombi al cuarto de baño. Se lavó la cara y contempló su rostro recién levantado en el espejo.
Sí. Era un chico guapo. Más que eso. Era muy guapo. Su pelo color miel, algo ondulado por las puntas, había alcanzado la longitud suficiente como para recogérselo en un pequeño moño. Sus ojos avellana tenían el poder de dejarte temblando con solo una mirada a través de unas tupidas pestañas claras.
Sus facciones finas y masculinas llamaban irremediablemente la atención, en especial de las chicas, por supuesto. Por no hablar de su masculina mandíbula perfectamente marcada. En cuanto a su cuerpo, era sencillamente perfecto. Poseía músculo y altura. En la universidad, todas las chicas iban detrás de él babeando sin poder evitarlo. Más de una había intentado pedirle una cita sin mucho éxito. No había ninguna que le llamara la atención, por muy guapa que fuera. No le gustaban los hombres, eso era seguro. Había tenido un par de novias en el instituto, pero para él, no habían sido nada más que atracción física. Nunca había experimentado el amor. Deseaba hacerlo, pero ninguna había despertado ese sentimiento en él. Se acarició el pequeño lunar que tenía debajo de su labio inferior y salió del baño.
Se vistió con unos vaqueros y un jersey gris que marcaba a la perfección sus músculos trabajados durante horas en el gimnasio. El adoraba el deporte. No podía pasar un día sin practicarlo. Todos los días, al atardecer, corría alrededor del enorme río que atravesaba su ciudad. Por no hablar del baile. ¡Dios!, él adoraba bailar. Llevaba haciéndolo desde los catorce años. Era un bailarín increíble.
Se sentó en el borde de su cama y comenzó a atarse las botas militares marrones.
Muchas veces había pensado en dejar la universidad para dedicarse a bailar profesionalmente. La realidad era que él no quería ser abogado. Detestaba la carrera que estaba estudiando. Pero la verdad era que cuando el idiota de su padre le obligó a entrar en la universidad para estudiar derecho a cambio de dinero, no se lo pensó dos veces. Lo único que quería en eso momento era salir por fin de su casa, ser independiente, hacer su vida y dejar a sus padres atrás. Sobre todo, eso. Quería perderlos de vista. Sobre todo, a él. Su padre. La persona que lo había maltratado desde niño. Que se había burlado de él. Que le había insultado y hasta pegado. Que le había dejado la culpa de todas sus desgracias. Le daba asco. Y su querida madre, que había permitido que todo eso sucediera.
Él había deseado infinitas veces que la empresa de su familia quebrara. Que tuvieran que vender todas esas propiedades y caprichos que no necesitaban. Todos esos coches caros y joyas millonarias. Que se quedaran sin nada, aunque eso supusiera llevarlo también a él a la ruina. Por desgracia, necesitaba el dinero de su padre para mantenerse hasta que acabase la carrera. Solo un año más y sería libre por fin. Cuando se graduara, mandaría a tomar viento la carrera de derecho. Mandaría a tomar viento seis
años de su vida y mandaría a tomar viento a sus queridos padres. Se dedicaría al baile. Conseguiría trabajo y haría su vida por fin. No le importaba no tener el dinero de su padre ni vivir como un rey como había hecho hasta ahora. ¿Para qué quería dinero? Eso no iba a hacerlo feliz. Eso era lo que por sí solo había aprendido, a diferencia de sus padres.
La canción “I just call to say I love you” de Steve Wonder le despertó de sus pensamientos. Sí, definitivamente era esa la canción que le cantaría a su mujer para despertarla por las mañanas. Cogió el teléfono y se dirigió al baño.
– ¿Jack, dónde puñetas estás?
-Peinándome.
Se recogió la parte superior de su cabello en un pequeño moño mal hecho, dejando suelto el resto.
-Tío, te dije te tenías que recogerme.
Jackson puso la típica cara de cuando tu madre te dice que descongeles el pollo del frigorífico y te acuerdas justo cuando la escuchas llegar a casa.
– Se te había olvidado, ¿verdad? Deja de peinarte tu maldita melena de Tarzán y mueve el culo a mi casa.
-Ya voy, tío. Tardo diez minutos.
-Más te vale.
Salió del baño mientras se ponía su chaqueta de cuero negra. Miró la hora en su reloj. Joder, las ocho y cuarto.
-Mierda, no llego en diez minutos ni de coña -pensó-.
Salió por la puerta de su casa para volver a entrar a los cinco segundos.
-Las llaves del coche, joder.
Cerró la puerta con llave y bajó las escaleras hacia el portal de su casa casi a saltos. Cuando abrió la puerta, el aire frío del invierno le golpeó el rostro con dureza. Se dirigió corriendo a la calle contigua donde estaba aparcado su Mustang EV del sesentaisiete color negro. Dios, adoraba ese coche. Cada vez que se subía se sentía como David Hasselhoff en el coche fantástico.
Aunque era temprano, la ciudad estaba en su pleno ajetreo. La gente corría de aquí para allá para evitar llegar tarde, como él. Había mucho tráfico. Los conductores pitaban como locos y se insultaban unos a otros por cualquier estupidez. Él odiaba esa actitud que tenía la gente, sencillamente le daba asco. Intentaba evitar las peleas siempre que podía, no porque le diera miedo ni por vergüenza, sino porque sencillamente no las aguantaba.
La avenida principal por la cual circulaba dejó a un lado los edificios y, al otro lado, el enorme río de la ciudad. El sol matutino se reflejaba en el agua haciendo que esta brillara de una manera preciosa.
Sonrió al ver aquella preciosa imagen que se repetía todas las mañanas. Miró otra vez la hora. Las ocho y media. ¡Mierda!, Leo lo iba a matar.
Cuando llegó a la puerta de la casa de su amigo se lo encontró de pie, apoyado en un muro, con su habitual Chupa-Chups de fresa en la boca.
Aparcó el Mustang a un lado de la calle y miró nervioso cómo su amigo se subía con rapidez al asiento del copiloto.
Leo se quitó el sombrero de lana gris que llevaba, dejando sus rizos pelirrojos pasear libremente por su rostro. Se sacó el Chupa-Chups de la boca y lo miró fijamente.
-Diez minutos. ¡Mis cojones!
Jackson bajó la cabeza y resopló.
-Cierra la bocaza de una vez –dijo sonriendo-.
Arrancó el Mustang y volvió a la carretera con una velocidad peligrosa.
-Bueno, a ver qué ha sido esta vez. ¿Te has quedado bailando como Billy Elliot hasta las cinco de la madrugada y no te has acordado de poner la alarma?
-Ja, ja. Ni puñetera gracia.
-¿Cuándo piensas decirle a tu padre que no vas a ser abogado?

-Ya te he dicho que no se lo diré.
-Sabes que en cuanto se entere te matará, ¿verdad? Y aún peor, te dejará sin dinero, tío.
-No me importa.
Leo se rascó la nuca y se mordió el labio.
-Jack tío, sabes que apoyo totalmente que quieras ser bailarín. Se que es tu sueño desde que éramos niños. Y me parece cojonudo que vayas a joder a tu padre así. Pero me preocupa que tu padre haga algo contra ti. No es una persona de las que dejan pasar de ese modo las ofensas de ese tipo. Y mucho menos si esa ofensa viene por parte de su hijo.
Jackson inspiró muy fuerte. No tenía ganas de sacar el tema. Y cada vez que escuchaba hablar de sus padres se cabreaba. No lo podía evitar. Pero Leo tenía razón, y él lo había pensado muchas veces. Su padre no iba a aceptar que su hijo le hubiera engañado de esa manera y estaba seguro de que se vengaría de él. Aunque, sinceramente, no le importaba. Por fin sería libre. Como un pájaro que se escapa de una jaula de oro para volar libre.
Soltó lentamente el aire, relajando sus fuertes hombros. Miró de reojo a su amigo y sonrió discretamente. Leo. Su mejor amigo. Uno de los pocos que tenía. Más que eso, era como su hermano. Se habían conocido a los trece años y habían estado juntos desde entonces. Desde los trece a los veinticinco. No se imaginaba la vida sin su mejor amigo. La única persona que le hacía reír cuando nadie lo hacía. La única persona que había estado con él y había aguantado su difícil vida sin importar las consecuencias. Era la única persona a la que consideraba de verdad su familia, y estaba muy agradecido de tenerlo a su lado.
-Lo sé, pero…
-… pero te da igual –Leo suspiró-. Lo sé. Siempre dices lo mismo. Pero que sepas que estoy muy orgulloso de esa decisión, por muy peligrosa y estúpida que sea. Ya sabes que estoy aquí, tío.
-No te meterás en esto. No te dejaré. Si mi padre te coge más manía de la que ya te tiene irá también a por ti y yo no permitiré eso.
-No me vengas ahora con gilipolleces –Leo le apretó el hombro en un gesto amistoso-. Estoy contigo hasta el final, amigo.
Jackson sonrió y le dio un flojo empujón. Sí. De verdad que se sentía agradecido de tener a su amigo. Pero él nunca permitiría que su padre le hiciese daño. Y los dos sabían de lo que era capaz. Lo alejaría de su vida para protegerle si fuese necesario.
Leo se recolocó en su asiento y se peinó los rizos pelirrojos.
-Por cierto, necesito tu choche.
Jackson soltó una carcajada.
-Ni de coña.
-Vamos, tío, hay una chavalita que está de muerte y es muy accesible. Hemos quedado el jueves. Voy a recogerla a su casa y quiero impresionarla.
-¿En serio? ¿Qué tiene de malo tu coche?
Leo arqueó las cejas y abrió incrédulo sus ojos negros.
-¿Estás de coña? Tío, mira este coche –Leo apoyó la cabeza en el salpicadero y lo acarició-. Está hecho para llevar a las citas al cine. Con este coche saldrían contigo aunque fueses un jodido orco.
Jackson arqueó las cejas y sonrió. A veces olvidaba lo infantil que podía ser su amigo.
-Tenemos casi veintiséis años, no necesitas mi coche para impresionar a una chica. Tú ligas más que yo.
-Ja, si, claro. Mis ganas.
Leo también era un chico muy atractivo. No necesitaba intercambiar más de dos frases para que una chica aceptase salir con él. Jackson se divertía mucho escuchándole hablar de los enfados que cogían sus “novias” cuando se enteraban de que en realidad no lo eran. Sí. Su amigo era muy ligón. Pero en cuanto a las relaciones serias, era un desastre. No recordaba que hubiera durado más de dos semanas con una chica. Su amigo no estaba interesado en el amor. Cuando una chica le llamaba la atención, no paraba hasta conseguirla (la verdad era que no tardaba mucho tiempo en hacerlo). Y luego, a por la siguiente. Así de fácil. Para Jackson, eso era completamente diferente. Muy pocas chicas le llamaban la atención como para salir con él. A él no le importaba tanto la belleza de una chica, sino cómo era su interior. Estaba deseando sentir todas esas emociones tan intensas que uno siente cuando se enamora y que nadie le había hecho sentir nunca.
Leo se le quedó mirando fijamente, como si intentara meterse dentro de su cabeza. Sonrió lentamente y rozó su lengua contra las muelas superiores. Jackson supo inmediatamente lo que eso significaba.
-No, por favor. No empieces.
Leo se rio.
-¿Por qué no? Tío, es imposible que no te guste ninguna chica. En la universidad tendrás a…. no sé. ¿Treintas chicas detrás de ti? Tío, eres el hombre más guapo que he visto en mi vida, haces que yo me sienta feo –Leo se señaló.
Jackson puso los ojos en blanco y el intermitente a la izquierda.
-Podrías tener a la chica que quisieras. ¿Por qué no sales con ninguna? Solo te he visto con dos chicas y fue hace años. ¿Te acuerdas de Mariela?
Jackson se rio.
-Joder, no me recuerdes a Mariela.
-De todas las tías que tenías detrás, justo tenías que salir con la loca.
-¿Quieres callarte? Yo lo pasé peor que tú.
Leo se calló, mientras repasaba todas las posibles opciones para su amigo.
-¿Qué tal Ruth?
-¿La de tercera hora? -Jackson miró ligeramente al techo intentando recordarla-. Mmm… sí, es guapa.
-¿Pero?
-Es un poco infantil para mí.
-Tío, escúchate –Leo lo imitó-. “Mmm, es un poco infantil para mí.”
Jackson se rio.
-No te burles de mí, capullo.
-Bueno, vale. ¿Y Elena?
Jackson abrió mucho los ojos.
-¿Quién? ¿La gótica? ¿La que va llena de piercings?
-Pero está buena.
Jackson resopló.
-No estoy preparado para eso.
Los dos llegaron al campus de la universidad y aparcaron el coche a lado de la puerta de entrada.
Bajaron del coche y entraron.
-Bueno, vale, lo he pillado, quieres enamorarte y ya está.
-Sí, creo que eso es lo que quiero. Y no salir con góticas a las que le va la depresión y la muerte–dijo Jackson sonriendo-.
-Vale, sí, ha sido una mala sugerencia.
Los dos se rieron mientras caminaban a su clase. Las chicas los miraban de refilón sin poder evitar una tímida sonrisa cuando sus ojos se encontraban con los de ellos. Sobre todo, con los de Jackson. La verdad es que se sentía muy incómodo cuando pasaba eso. Nunca sabía cómo reaccionar a esas miradas.
-Luego me dirás que ligo más que tú -dijo Leo sonriente-. Eso ya es tener mala leche.
-Cállate.
Jackson le empujó a un lado mientras se reían.
De repente se paró en seco.
-¿Qué pasa, Jack?
-¿He cerrado el coche?
-No sé.
-¡Mierda! Voy a comprobarlo. Adelántate tú.
-Vale. Eres un desastre, ¿lo sabías?
-Sí, mamá.
Leo le hizo una mueca y Jackson se rio mientras se daba la vuelta y volvía hacia el Mustang.
-No tardes. Te espero en clase.
Cuando llegó al coche, tiró de la puerta y esta se abrió con un “clack”.
-Joder. Soy un desastre.
Lo cerró y cruzó la calle hacia la entrada de la universidad, absorto en sus pensamientos.
Ni siquiera se dio cuenta cuando pasó. Todo fue muy rápido.
Un fuerte pitido. El sonido del frenazo de unas ruedas. Su respiración acelerada. El dolor del golpe y el sonido de sus huesos crujiendo.
Negro. Todo su mundo se volvió negro en una milésima de segundo.

«Me voy sin mirar hacia atrás»

«Me voy sin mirar hacia atrás»

ARTURO SALAZAR, PR4

No había relente cuando cayó la noche. Sin embargo, aunque el cielo se nubló y en el firmamento dejó de verse, la luna y su tenue luz, el transcurso de lo que quedaba de día, parecía estar en medio de la jungla más húmeda de todos los tiempos.

No obstante, resultó un poco extraño el temporal de últimamente, puesto que en toda la jornada de hoy el sol brillaba más que nunca. Por eso Judith Sánchez no se llevó su paraguas blanco al trabajo y tuvo que mojarse un poco para llegar al coche cuando saliera de su ocupación. Llegó tarde a recoger a su hijo de la casa de la niñera, el tráfico era lo peor en el centro y el ruido era como un petardo que te estalla en la oreja. Además, esa misma avenida estaba llena de semáforos, se ponen en rojo tan rápido como una persona tarda en pestañear y calculó que estaría allí en veinticinco minutos o treinta como mucho.

Diez minutos después, el teléfono empezó a sonar. Judith buscó el móvil en el bolso sin dejar de apartar su mirada de la carretera, pero no lo encontró. Despistada, se giró, aprovechando que estaban parados y lo sacó de las bolsas de la compra.

Buenas noches, Judith- respondió la niñera – ¿Cuánto te falta? El niño está listo.
Me vas a tener que disculpar, se me ha hecho tarde y estoy atascada en el centro, hay mucho tráfico hoy.
No te preocupes, de verdad, no pasa nada ¿Cuánto tiempo te llevará?

Judith se quedó callada un momento. Fuera en la calle estaba mirando a alguien que pasaba por allí. Lo reconoció al instante, empezó a temblar.

¿Hola, Judith? ¿Se ha cortado la llamada?

La voz de la chica la hizo volver en sí, se calmó y respondió que no era nada.

Estoy en tu casa en diez minutos- Contestó con prisas -¿Qué está haciendo ahora Rubén?
Está viendo una película que le he puesto, de dibujos.
Te lo agradezco, nos vemos ahora.

Judith colgó y dejó el móvil en las marchas del coche. Mientras lo hacía, avanzó lentamente. En el rato que llevaba hablando, había puesto la calefacción a una temperatura normal y cuando llegó a la casa de la niñera, empezó a dar vueltas con el coche en busca de aparcamiento.
Se cansó enseguida de tantas vueltas que había dado sin ningún resultado. Aparcó en el primer vado que vio, lo más cercano posible a la casa, para no mojarse porque había empezado a llover mucho.
Bajó deprisa y se puso la chaqueta por encima, cogió el móvil, el bolso y un cigarro que se fumó por el camino; después, tiró la colilla a la basura. No había mucha gente, tampoco parecía haber coches, así que cruzó la calle sin mirar.
Llegó a la puerta y tocó el timbre, no tardaron mucho en abrir. Judith la saludó y le dio las gracias. La niñera le invitó a entrar, pero Judith le dijo que no hacía falta y que otro día se quedaría para tomar algo en alguna cafetería.
Antes de despedirse, la niñera le ofreció un paraguas y lo aceptó sin rechistar.

Empezó a hacer más frío y el viento se levantó. Era como si la misma noche estuviera cantando una melodía monótona, que se repetía constantemente y luego se callaba.

Llegaron al coche y Judith sentó a Rubén en su sillín, le puso el cinturón y después ella cerró la puerta. Entonces, guardó el paraguas y, justo en el momento en que lo inclinó levemente para sacudirlo y dejarlo al lado de ella, le vio.
El viento paró de repente como hacía un momento, y una nube en el cielo dejó paso a la luna llena, que iluminaron a ambos con un rayo de luz blanquecina y enigmática. Sin embargo, aún seguía el mal tiempo, hacía mucho frío y Judith se ajustó su chaqueta bien. Se dirigió hacia él con rabia y, en un instante, se enfadó con ella misma y con él. Estaba confundida por haberle dado la sensación de lo había visto antes, cuando estaba en el centro, cruzar la calle.

Le miró a los ojos. Ella era más bajita que él y llevaba ropas oscuras.

¿Qué haces aquí, Carlos? – preguntó Judith con seriedad.

Tardó un poco en responder. Desde que ella se puso delante de él, no le quitó el ojo de encima.

¿No saludas primero?

Su voz era grave, potente y fuerte, a pesar de que estaba hablando normal. A Judith le trajo recuerdos, al menos los que ella quería conservar, tanto buenos, como malos.

– Digo yo que es la forma más conveniente de empezar una conversación.

¿Qué quieres? – siguió insistiendo Judith, quería ir al grano, llegar a casa de una vez y cenar, que al día siguiente tenía que madrugar.
Nada, pues, venía a recoger a Rubén.
Rubén ahora está conmigo. ¿Por qué vienes ahora a por él?

Miró hacia el coche y vio que el niño se había dormido. Se puso nerviosa y empezó a morderse las uñas.

– Te vas sin más, desapareces, y ahora tienes los cojones de plantarte aquí y decirme que vienes a por mi hijo.
¡También es mi hijo! Tengo derecho a verle porque…
¡No! – le cortó ella rápidamente. – No.

Se le humedecieron los ojos y frunció el ceño, estaba a punto de romper a llorar.

– Lo perdiste en el momento en que me pegaste delante de él.

El ambiente se puso tenso. Dejó de llover. Estuvieron un rato de pie, Judith mirando al suelo y Carlos a ella.

Me debes dinero ¿Sabes? ¿Cuándo me lo vas a dar?

Él no respondió nada.

Lo necesito- continuó ella – Llevo mucho tiempo esperando, te estoy dejando esta opción, sabiendo tú que en cualquier momento me saco un abogado de donde sea para que me lo des, porque me lo debes.
Tenía que pagar cosas.
Ya, ya, seguro. Yo tengo que pagar el alquiler del piso, sola, y no cobro hasta dentro de dos semanas, y también pagó a la niñera, que hoy no lo he hecho, pero que no tardará en escribirme un mensaje, diciéndome que le pague. Tengo que hacer horas extras para llegar a fin de mes y sacar a Rubén adelante. ¿Tú qué cosas estás pagando, que no te dan tiempo a ahorrar para mí?
Lo haces tú sola porque quieres, mujer- se defendió.

Judith, a cada palabra que decía Carlos, era un bono, una entrada de parque de atracciones que estaba deseando entrar y pisar, correr, saltar. Le ponía de los nervios hasta el punto de que no sabía ni lo que ella misma se decía mentalmente para relajarse.
Si no me vas ayudar…- prosiguió Judith mirándole a los ojos – Entonces déjame, lárgate como hiciste la última vez y no vuelvas. Estoy muy ocupada.

Se dio media vuelta y entró en el coche, hizo marcha atrás y se fue por otra calle para no tener que pasar delante de él.
Algo cambió en el rostro de Carlos. Sacó sus manos de los bolsillos. Ambas sostenían algo muy pesado y peligroso que no dudaría en utilizar… más pronto que tarde.

Exposición de los alumnos de PR4 sobre el Día de la Paz

DÍA DE LA PAZ, 30 de enero
Exposición realizada por los alumnos de PR4

Los alumnos de PR4 han realizado una exposición en la que conmemoran el Día de la Paz. A través de ella, nos invitan a reflexionar con imágenes que ponen de manifiesto la tragedia de la guerra. La violación de derechos humanos, la importancia de la ayuda humanitaria, así como las causas y consecuencias de los conflictos bélicos están presentes en las fotografías mostradas.
¡No perdáis la ocasión de visitarla en el vestíbulo del IES!

Día de la Paz (manifiesto PR4)

Los alumnos de PR4 nos invitaron a celebrar el Día de la Paz (30 de enero) con uno manifiesto que leyeron a través de la megafonía del centro, y una exposición


DÍA DE LA PAZ MUNDIAL 30 DE ENERO

WOLDU RUIZ, PR4. Solo hay una cosa que me viene (y supongo que a todos) a la cabeza cada vez que oigo hablar de alguna guerra en un país lejano que se ha llevado a miles de personas por el control de los recursos naturales, desigualdades sociales, el auge de extremismos y nacionalismos o motivos étnicos, comerciales o tecnológicos. Matanzas pesadillescas por puro interés capital.
¿Por qué?
¿Por qué la humanidad se mata entre sí de forma tan horrible?
¿Por qué vemos como opción más factible el asesinato que compartir ente nosotros?
Sin embargo, hay algo que me preocupa más aún que la guerra de por sí, y es cómo su mera existencia nos es tan natural, que ya no nos exaltamos: nuestra creciente indiferencia y decreciente empatía nos ha acostumbrado…
Pero, continuando con la pregunta, ¿por qué?
Por lo mismo de siempre, interés, egoísmo, apatía, odio… Codicia.
Tal como dijo el propio Charles Chaplin: “ Pensamos demasiado, pero sentimos muy poco”.
Las guerras por el odio, heredados de generación en generación, bucles en forma de círculo donde el odiado pasa a odiar y hacerse odiar por otros, se han vuelto el día a día, y no pasa nada. Nada mientras ocurra en esos países lejanos, en esas tribus barbáricas. Nada mientras los que se maten sean árabes o africanos o cualquiera fuera de nuestra burbuja, nuestra preciada y cómoda burbuja. No nos importa, no mientras ocurra fuera, lejos.
Paradójicamente, en nuestra burbuja hay recursos naturales que importamos de fuera, de países sumidos es multitud de conflictos y, como buenos 1er mundistas extraemos de ellos todo lo que nos conviene para nuestro desarrollo: mano de obra barata, petróleo o minerales como el oro o coltán, entre otros recursos. Y todo lo que no nos interesa de los países en conflicto, lo dejamos fuera, incluso la realidad de la violación de derechos humanos o la necesidad de ayuda humanitaria.
Por favor, compañeros, no olvidemos que muchas guerras son, directa o indirectamente, responsabilidad nuestra.

30 DE ENERO, DÍA DE LA PAZ MUNDIAL

Tristemente, en la actualidad, el asesinato, el exterminio, la esclavitud, la deportación o la tortura son ejemplos de la violación de derechos humanos. Delitos penados, pero vividos en los países en guerra.

Sin embargo, las acciones que se centran en salvar vidas mediante la provisión de agua potable o entrega de alimentos y productos de higiene básica nos hacen creer en la existencia de personas aún sensibles a estas tragedias. La ayuda humanitaria de las ONG y nuestra colaboración con ellas es, por ello, fundamental.

Arthuro Salazar, PR4

En el año 2020, el mundo vivió multitud de conflictos armados como la GUERRA DE SIRIA que comenzó en 2011. Desde entonces han muerto 380000 personas y 12 millones han salido del país para poder salvar sus vidas . Siria, lamentablemente, ha sido destruido en su mayor parte.
Otros de los tristes conflictos armados es la GUERRA DE YEMEN. Yemen es uno de los países árabes más pobres y su guerra comenzó en 2015. La guerra ha provocado una terrible hambruna que sufre más del 60% de la población. Y no olvidemos la GUERRA DE ORIENTE PRÓXIMO que engloba tres grandes conflictos : la eterna lucha entre Israel y Palestina , la guerra de Irak y Afganistán, y la grave tensión entre Estados Unidos e Irán .
Es duro imaginar el sufrimiento de todas las familias que no han podido escapar del conflicto o que han perdido a seres queridos .
Ainhoa García PR4
Lamentablemente, siguen existiendo guerras como la del SAHEL, una franja que recorre de este a oeste el continente africano. Lleva activa desde principios de siglo y se involucran países como Costa de Marfil, Nigeria, Chad y muchos otros. En el centro de este se encuentran multitud de conflictos interétnicos, armados y clanes yihadistas. Gran parte de su situación se debe a los intereses geopolíticos, luchas étnicas y la fragilidad de los estados, en los que imperan la corrupción y los regímenes autoritarios.

No podemos olvidar tampoco el conflicto de SUDÁN DEL SUR que pervivió durante seis años, finalizando el pasado año. La avaricia por controlar los numerosos recursos naturales que posee como diamantes, oro, cobre o zinc lo convierten en objetivo bélico. Actualmente, el país vive una de las hambrunas más graves del planeta.. Una vez más, en un país con tanta riqueza, son los más débiles quienes sufren las consecuencias.

Raúl Colomer, PR4

La guerra ha convertido reinos enteros en polvo
¿Alguna vez te has parado a pensar en todos los niños que mueren por la guerra?
¿Y qué hay del hombre o mujer que llora por haberlo perdido todo a causa de una bomba?
¿Alguna vez te has parado a pensar cuánta sangre inocente hemos derramado?
¿Y qué hay del nuevo amanecer que para miles de personas será el último?
¿Y qué hay de toda la alegría de vivir que a miles de personas se les escapa de las manos?
¿Y qué importa nuestro color de piel?¿Acaso no tenemos todos el mismo cerebro para pensar y el mismo corazón para sentir?
¿Y qué hay de los bosques talados? Quemados a pesar de sus súplicas.
¿Y qué hay de los mares contaminados?¿Y de la cantidad de fauna y flora destruida por la acción humana?
¿Y qué hay de los animales? ¿Qué hay de los animales que lloran y han sido masacrados sin piedad.
¿Y qué hay de los valores de la naturaleza que nos enseñaron de niños?¿Crees que los estás respetando?
¿Alguna vez te has parado a observar cómo la Tierra llora y cómo pide ayuda?
¿Qué le hemos hecho al mundo? Solo te pido que te detengas un momento a pensaren nuestras acciones.
¿Qué hay de nosotros?¿En realidad nos importa?
Y yo os pregunto, mares, bosques, animales y personas ¿acaso no somos todos hermanos? Y entonces, ¿por qué permitimos que nuestros hermanos mueran?¿Acaso no es el deber de los hermanos el de cuidarse y protegerse?
Mucha gente piensa que un mundo sin guerra y sin sufrimiento no sería posible. ¿Pero acaso no parecía imposible que un hombre pisara la Luna?¿Acaso no parecía imposible curar enfermedades? ¿Acaso no parecía imposible volar?
Y el caso es que todos los logros que parecían imposibles, sí lo fueron gracias a la gente que creyó en ellos y que día tras día luchan por volverlos un poco más reales.
Muchos piensan que es inútil luchar, porque una sola persona no puede cambiar el mundo. Pero ¿qué hay de todas esas personas que piensan como tú? Apuesto a que, uniéndonos, ya no seríamos una sola persona. Y TODOS, con un mínimo gesto, podemos cambiar el mundo. Así que respeta a los que no son respetados, quiere a los que no son queridos, ayuda a los que nadie ayuda. Trata con respeto a gentes, campos y océanos. Lucha por hacer del mundo un lugar mejor. Lucha por la paz. ¡VIVE LA PAZ!

Alejandra Cegarra, PR4

Microrelat 25N – 16

Alumnes del nostre centre premiats als Premis Sambori

Tres alumnes del nostre centre, premiats als Premis Sambori http://www.sambori.net/# en la comarca de L’Alacantí en 2n cicle de Secundària. FELICITATS!
Es tracta de Pablo Bataller, Marina Serrano i Mario Muñoz, tots ells de 4rt d’ESO. Podeu llegir els seus relats a continuació.

PASTOR, FELIP I LA TEMPESTA
MARINA SERRANO

Vull presentar-vos a Felipe. És un xiquet com vosaltres. Li agrada anar al col·le, jugar amb els seus amics i passar molt de temps veient la tele. Potser també us passa a vosaltres el que li passava a ell abans que ocorreguera el que us contaré. Perquè, potser no li teniu vosaltres por als gossos? I a les tempestes grises i sorolloses? Escolteu atentament aquesta història que em va contar Mimí, la mamà de Felipe.

Perquè resulta que Mimí ho havia intentat tot perquè Felipe perdera la seua por als gossos. Li havia tret de la biblioteca molts llibres i contes de gossos, l’havia portat a exposicions canines i a demostracions de gossos bombers i policies; li havia posat vídeos sobre els Sant Bernardo, uns gossos grans i bons que salven la vida d’excursionistes perduts entre les neus de l’alta muntanya. Li havia regalat fitxes per a acolorir, però res de res de res! La por de Felipe als gossos no era una por qualsevol. Podríem dir que era una super por. Des de posar-se a tremolar i tancar els ulls per a llevar-se a la bestiola de davant.

Tal és així que Felipe es canviava de vorera quan veia vindre un gos. Pensava a més que havia tingut molt mala sort perquè vivia al costat d’un veí que tenia, endevineu què? Per descomptat: un gos! Felipe vivia amb el cor en un puny. No sols havia de preocupar-se que els gossos no li mossegaren al carrer, a més havia d’estar atent perquè Pastor, el gos del veí, no se li acostara en el portal. Quan arribaven del carrer i cridaven a l’ascensor per a pujar a la seua casa, si durant l’espera arribava el veí amb Pastor, Felipe eixia disparat escales amunt. I us assegure que arribava abans que l’ascensor, i això que vivia en un pis ben alt.

I va succeir que un dia la mamà de Felipe li va dir que a la vesprada ella havia d’anar a cuidar a la tia Inés, que estava una mica malalta. Va deixar ben explicat tot el que Felipe havia de fer en la seua absència. Primer, és clar, arribar a casa del col·le i berenar. Després, fer els deures i, finalment, posar-se a jugar fins que ella arribara. No era la primera vegada que s’havia quedat només una estona, per això Felipe li va dir a la seua mamà que no es preocupara i se n’anara tranquil·la, que ell anava a portar-se molt bé i a fer tot el que ella havia dit.

Quan va acabar el col·legi Felipe se’n va anar a casa. Alguns amics li van demanar que es quedara una mica al parc, però ell els va dir que no podia, que tenia pressa. Sabia que havia de portar-se especialment bé quan la seua mamà no estava a casa. El camí a casa va ser estupend perquè Felipe no es va creuar amb cap gos, i quan va obrir la porta del portal i va cridar a l’ascensor tampoc va aparèixer el gos Pastor del veí. En arribar a casa va fer exactament el que la seua mamà li havia indicat: es va posar a berenar. Després, es va asseure a fer els deures quan va sentir el primer dels trons. “Sembla que hi haurà tempesta” es va dir Felipe, i va seguir amb la tasca. Però poc després del primer tro es va escoltar un altre molt més fort, just al costat de la seua finestra. Van arribar dotzenes de raigs, alguns eren molt gruixuts i duradors. Allò s’estava posant lleig i molt fosc. Els núvols grisos ho cobrien tot i ja quasi no es veia. Va començar a ploure; primer només unes gotetes contra el cristall, de sobte ja no es veia a través de la finestra. A més el vent llançava la pluja contra el cristall amb una força increïble. Felipe va començar a sentir por. Felipe va pensar que mai havia vist una tempesta com aquella. En la penombra del saló va observar que hi havia una lluentor en el portàtil de la seua mamà: s’havia encés només, per l’electricitat de la tempesta. Es va espantar bastant, però va decidir ser valent i no plorar. Després de l’encesa màgica del portàtil de la seua mamà va vindre l’encesa de l’ordinador gran i de la televisió, a més amb el volum al màxim. Els canals canviaven cada dos segons, com si un fantasma invisible controlara el comandament. L’equip de música també es va encendre. Va començar a emetre música i a canviar d’emissora contínuament. Tots els aparells electrònics estaven dominats pels llamps de la tempesta. Hi havia un soroll fort i descontrolat. Felipe intentava apagar-los, però res més pitjar els botons es tornaven a encendre. Era inútil.

La casa s’havia tornat boja i Felipe va sentir més por que mai. Els calaixos dels armaris s’obrien i tancaven sols, el microones es posava a calfar de sobte, les aixetes tiraven aigua. Felipe estava ja davall de la taula del saló, plorant com un bebé i mort de por. A més, les finestres començaven a moure’s com volent obrir-se perquè la pluja, el vent, el fred, els trons i els llamps entraren per a destrossar la casa. Felipe va començar a cridar: “Socors, mamà, socors! Malgrat els trons i del soroll eixordador de la ràdio i la televisió, malgrat el baluern de portes i calaixos obrint-se i tancant-se sense control, malgrat tant de soroll va haver-hi algú que va aconseguir sentir les crides de socors de Felipe. A la casa del veí només estava el gos Pastor, que s’havia despertat de la migdiada i sentia una cosa inusual a casa de Felipe. Pastor es va quedar quiet escoltant, amb les orelles tibants. Entre els colps secs i forts dels mobles i la música va distingir els crits d’auxili de Felipe. I com a bon gos intel·ligent va entendre al moment que una cosa horrible li estava passant al xiquet que vivia a l’altre costat de la paret. Va entendre, entre la confusa mar de sons, que el xiquet estava aterrit i que anomenava a la seua mamà, perquè les paraules més repetides eren “Mamà, vine, per favor!” Pastor va entendre que havia de fer alguna cosa immediatament o una cosa horrible podia passar-li al xicotet veí que tanta por li tenia. Era una gran oportunitat per a demostrar-li que no havia de sentir por per ell ni per cap altre gos.

Al moment va decidir eixir a buscar a la mamà de Felipe. No sabia exactament com trobar-la. Es deixaria portar pel seu instint, sobretot es guiaria pel seu olfacte privilegiat. Amb el seu nas podia olorar-ho tot i ell coneixia bé el perfum que es posava Mimí, la mamà de Felipe. Ell li seguiria el rastre i la portaria de tornada si tot anava bé. Va eixir de l’edifici i ara havia d’actuar amb calma per a trobar el rastre que havia deixat Mimí. No li va resultar gens fàcil perquè feia ja una bona estona que havia eixit i a més la vesprada estava realment humida. Per fi, va aconseguir trobar el seu rastre. El portal, les escales, l’ascensor i fins a la seua casa contenien restes de l’aroma de Mimí. Havia sigut només qüestió de temps. Ara corria per la ciutat. Si en algun encreuament de camins Pastor dubtava sobre quina direcció prendre, es parava un instant i ensumava amb més concentració. Després de pocs minuts va arribar a un edifici. “Guau, guau” es va dir. En el llenguatge dels humans, el que s’ha dit per Pastor significava: “Ací està la mamà de Felipe.” El rastre arribava fins a unes portes de ferro grises i s’endinsava en el portal de l’edifici. De sobte es va adonar que no tenia per què obrir-la. Bastava amb cridar els timbres a veure si hi havia sort. Va començar a cridar-los amb les potes. No van tardar a respondre les primeres veus: “Qui és? Però, què passa? Deixeu ja de cridar!” I mentrestant Pastor vinga “Guau, guau, guau… guau, guau, guau.” Una de les persones que primer va respondre al timbre va ser Mimí. Al principi es va estranyar molt del soroll que sentia. Eren veus de veïns, sorolls de cotxes i lladrucs. Va pensar que s’havien confós o que algun xiquet havia gastat una broma. Estava a punt de penjar quan es va adonar que aquells lladrucs li resultaven familiars. “*Guau, *guau” se sentia. La tia Inés havia preguntat “qui és?” des de l’habitació. “Ningú, només un gos” va respondre Mimí… Us imagineu la sorpresa de la tia Inés. “Però com serà un gos?” va tornar a preguntar. La seua germana Mimí havia eixit disparada escales avall, cridant dins seu. Mimí va captar el missatge del gos i sabia que Felipe estava en perill. Va baixar fins al carrer i Pastor es va abalançar cap a ella. Mimí seguia a Pastor corrent. Van arribar a l’apartament. Mimí va traure la clau d’una butxaca de la jaqueta i va obrir la porta. Felipe seguia on l’havíem deixat, plorant sota la taula del saló. Al seu voltant tot era un desastre de mobles i aparells elèctrics amb vida pròpia. La seua mamà va córrer cap a ell i el va abraçar amb tota la força del món. A poc a poc Felipe es va anar calmant fins a recuperar la parla. Les seues primeres paraules van ser: “Mamà, però què fa el gos del veí a la nostra casa?” La seua mamà li va anar contant tota la història mentre el xiquet s’anava calmant. Pastor continuava allí, mirant-ho tot i molt content d’haver ajudat. Poc després va arribar el veí i se’l va emportar a casa. Abans que se n’anara Felipe es va alçar corrent i li va dir: “Gràcies, Pastor.” Aquesta era la primera vegada que els dos veins s’havien parlat.

A partir d’aquest dia alguna cosa va canviar en el cor de Felipe. Va començar a pensar que potser Pastor no era tan dolent. No deixava de donar-li voltes a la nova idea; probablement Pastor li havia salvat la vida i havia fet coses increïbles per ell. Sens dubte Pastor era un gos amb un cor enorme, a més de molt llest. Ell havia de demostrar-li que ja no li tenia tanta por. Va començar per no eixir corrent escales amunt quan es trobaven en el portal; un altre dia li va acariciar el cap. Aqueix va ser un gran moment perquè va descobrir que era suau. Dies més tard ell i la seua mamà van trobar en una botiga un simpàtic joguet per a gossos. Felipe el va pagar amb els seus propis diners. A la nit va trucar a la porta del veí per a entregar-li el regal a Pastor.

Felipe i Pastor es van adonar que ja eren amics, ara només havien de fer el que fan els vertaders amics, és a dir, compartir el seu temps, estar junts, jugar, parlar i riure. L’amo de Pastor havia posat un anunci en Internet per a trobar a algú que passejara a Pastor al matí i a l’hora del berenar, perquè ell treballava quasi tot el dia. Res més assabentar-se, Felipe es va oferir voluntari i des d’aquell mateix dia el xiquet i el gos comparteixen els millors moments del dia en un parc pròxim. Allí són molt feliços corrent i saltant entre gronxadors, tobogans i palmeres.

UN CONTE MEDIEVAL CONTEMPORANI
MARIO MUÑOZ

Era un bon matí d’estiu de 1420. A una petita aldea de la Manxa, en un lloc del què no vull recordar-me, Carlos es trobava fent això que la falta d’escola a aquella època li permetia: dormir. El jove de catorze anys tenia un son impertorbable, que sols es va trencar per el bram de la seua mare.
-CAAAAAARLOOOOOOS!!
-Què vols, mare?
-Ajudeu-me amb les meues activitats de baixa classe social.
Carlos sabia que no podia desobeir a la seua mare perquè es menjaria la xancleta, així que va fer el que la seua mare volia i la va ajudar en diferents activitats com munyir les vaques o plantar cereals.
Carlos es trobava en mig de la labor quan va veure un estrany cartell a la paret d’una casa. Aleshores es va acostar per inspeccionar-lo amb més deteniment per a vore el que posava escrit.
‘’Atenció, es busquen guerrers entrenats en les armes per a rescatar a la filla del rei, que ha sigut segrestada per un antagonista clònic. Tots els voluntaris hauran d’anar al castell del rei Felip –V per a demanar la seua aprovació, es donarà una generosa recompensa i la mà de la princesa a qui la rescate.
Signat: el Rei’’
En llegir això Carlos es va emocionar. Encara que no tenia experiència alguna en combat, les seues hormones li farien fer tot allò necessari per simplement veure una xica. Així que, sense que la seua mare ho veiera, es va dirigir al castell del rei, a uns 5 quilòmetres de la seua aldea. Perquè ningú el reconeguera, es va posar una túnica que li tapava tot el cos, es va prepara un entrepà de salsitxó, va agafar ‘’prestat’’ un dels cavalls de la seua mare i se’n va anar a l’aventura.
Després de recórrer el camí evitant el major enemic d’un aventurer (la disenteria) Carlos va arribar al castell del rei, Felip –V.
El castell de Felip –V estava ple de tot tipus de luxes i riqueses, obtingudes per mètodes d’explotació molt qüestionables. Carlos no es va quedar observant aquest culte a la cobdícia i va anar directament a la sala del tron.
En entrar, a Carlos li va impressionar la falta de personal que hi havia, doncs sols quedaven el rei i el seu conseller Patroni..
-Què us porta ací, jove?
-He vingut perquè vull rescatar a la seua filla i necessite la seua aprovació.
-Oh, saps una cosa? ets el primer que ha vingut per a rescatar a la meua filla, tota la resta se’n va perquè açò no és un conte de fades i ací la gent té la cordura necessària per adonar-se que açò és un complet suïcidi.
Però Carlos era distint, ell tenia una mentalitat milenial i no l’importava morir.
-Per què hi ha tan poca gent al seu castell?
-Tots els meus soldats estan fora, lluitant amb els musulmans per motius racistes.
-Aleshores, què he de fer per que em trieu per a salvar a la seua filla?
-Oh, no ho havia pensat , estic tan desesperat que m’és igual, però supose que estaria bé si aconseguires la llegendària espasa que es troba dormisquejant en el bosc. Però, ves amb compte, perquè les llegendes diuen que l’espasa està protegida per una sèrie d’endevinalles. Quan l’aconseguisques, podràs anar al castell del segrestador de la meua filla, està als monts de Toledo, no té pèrdua.
-OK, veuré que puc fer, adéu.
-Que la força t’acompanye.
I dit aixó, Carlos es va dirigir a aquell bosc misteriós per aconseguir l’espasa llegendària. Li hauria agradat queixar-se de les dolentes condicions en les quals vivia la classe baixa per culpa dels seus capritxos. Però no va dir res i sols se’n va anar, maldient entre dents el sistema d’organització estamental.
El camí al bosc no va ser molt complicat, doncs estava molt bé senyalitzat i no tenia pèrdua. Pel camí Carlos es va encontrar tot tipus de coses: des d’un hidalgo boig i el seu escuder grosset fins manifestacions feministes. Després d’unes quantes hores caminant, Carlos es va topar finalment amb el bosc misteriós del que li va parlar el rei. En entrar es va topar amb moltes endevinalles increïblement complicades, que va resoldre gràcies a l’ajuda del seu fidel company Google. En arribar al cor del bosc es va encontrar el lloc on es trobava l’espasa. Va anar a agafar-la però uns éssers misteriosos el van detindre.
-Nosaltres som els guardians de l’espasa, i solament nosaltres podrem decidir si ets digne de portar aquesta arma llegendària
-D’acord, què he de fer?
-Voreu, els nostres oracles han divisat que en el futur hi haurà una gran crisis econòmica sobre les terres espanyoles, així que estem prenent mesures per a poder previndre-la. Per això estem cobrant tarifes a tot aquell que vulga usar l’espasa. En resum, l’ espasa són 20 dobles
-20 DOBLES!! Jo no tinc tants diners!
-Sense diners no ni ha espasa.
Carlos va mirar pel sarró que havia portat per al viatge i, casualment i per conveniència del guió, va trobar unes 20 dobles que li havia agafat ‘’prestades’’ a la seua mare.
-Teniu, les 20 dobles.
-Oh, moltes gracies, ara podrem invertir en accions de Apple. Ací tens l’espasa llegendària, un plaer fer negocis amb tu.
Després d’aquella curiosa experiència Carlos, amb la seua flamant i nova espasa, es va dirigir cap als monts de Toledo per a rescatar a la princesa.
De camí va provar l’arma amb alguns arbres que hi havia per allí, causant una massiva desforestació que va deixar sense llar a moltes espècies d’animals, i deixant sense treball a moltes llenyaters. Els camins pels monts de Toledo eren molt tortuosos i difícils de recórrer, però desprès d’un gran esforç per part del cavall de Carlos van aconseguir arribar a la fortalesa del segrestador.
Carlos va trencar la porta d’entrada amb sense miraments amb un puntelló, i es va encarregar fàcilment dels lacais del malvat, a causa de la falta de personal qualificat a les files del vil segrestador. Carlos va pujar les escales fins al terrat. Allí va trobar a la filla del rei a una gàbia, lligada de mans i peus. Davant d’ella estava el segrestador, un ancià amb pell pàl·lida que vestia una túnica negra i tenia els ulls rojos sang. El roí ancià va donar un pas davant.
-Vaja, vaja, vaja com que ací estàs. Supose que has vingut per a rescatar a la princesa.
-No- va dir Carlos sobtadament.
Un silenci incòmode va omplir el terrat.
-Co-com que no? Va dir l’ancià.
-Això mateix, com que no? Va dir la princesa confusa.
-No, no vinc a salvar-te. Amb tots aquests viatges m’he adonat d’una cosa, i es que he pogut veure els efectes que ha tingut la monarquia i l’organització estamental en la població: la gent dels pobles es mor de fam mentres que altres es gasten els diners en joies i luxes. Estic cansat que hi haja classes més poderoses que les altres, i que no tots nasquem amb les mateixes possibilitats. Per això em propose crear un sistema socioeconòmic que ens farà a tots iguals i aconseguirà fer d’Espanya un lloc ideal.
I així és com es va inventar el comunisme.


LA TRIBU

PABLO BATALLER

La tribu dels Konpanos vivia al costat dolent de la Illa de les Dues Cares. Els dos costats, separats per un gran penya-segat, eren com la nit i el dia. El costat bo estava regat per rius i ple d’arbres, flors, ocells i menjar fàcil i abundant, mentre que en el costat dolent, gairebé sense aigua ni plantes, s’amuntegaven les bèsties ferotges. Els Konpanos tenien la desgràcia de viure allà des de sempre, sense que hi haguera forma de creuar. La seua vida era dura i difícil: tot just tenien menjar i beguda per a tots i vivien sempre aterrits per les feres, que periòdicament devoraven a algun dels membres de la tribu.
La llegenda contava que alguns dels seus avantpassats havien pogut creuar amb l’única ajuda d’una petita perxa, però feia tants anys que no creixia un arbre prou resistent com per fabricar una perxa, que pocs Konpanos creien que allò fos possible, i s’havien acostumat a la seua difícil i resignada vida, passant fam i somiant amb no acabar com sopar d’alguna bèstia famolenca.
Un dia, la capritxosa naturalesa va fer créixer a la vora del penya-segat que separava les dues cares de l’illa un arbre prim però fort amb el que van poder construir dues perxes. L’expectació va ser tan enorme que no hi va haver dubtes a l’elegir els afortunats que podrien utilitzar-les: el gran cap i el bruixot.
Quan aquests van tenir l’oportunitat de fer el salt, van sentir tanta por que no es van atrevir a fer-ho. Van pensar que la perxa podria trencar-se, o que no seria prou llarga, o que alguna cosa eixiria malament durant el salt … i van donar tanta vida a aquells pensaments que la seua por els va portar a rendir-se. I quan es van veure així, pensant que podrien ser objecte de burles i comentaris, van decidir inventar velles històries i llegendes de salts fallits i intents fracassats d’arribar a l’altre costat. I tant les van explicar i les van estendre, que no havia Konpano que no sabera de la imprudència i insensatesa que suposaria tan sols intentar el salt. I allà es van quedar les perxes, disponibles per a qui volguera utilitzar-les, però abandonades per tots, ja que prendre una d’aquelles perxes s’havia convertit, a força de repetir-ho, en el més impropi d’un Konpano. Era una traïció als valors de sofriment i resistència que tant els distingien.
Però en aquella tribu van sorgir Hubse i Enbia, un parell de cors joves que desitjaven al seu interior una vida diferent i, animats per la força del seu amor, van decidir un dia utilitzar les perxes. Ningú ho va impedir, però tots van tractar de desanimar-los, convencent-los amb mil explicacions dels perills del salt.
– I si fora cert el que diuen? – es preguntava el jove Hubse.
– No faces cas. Per què parlen tant d’un salt que mai han fet? Jo també tinc una mica de por, però no sembla tan difícil – responia Enbia, sempre decidida.
– Però, si ix malament, seria un final terrible – seguia Hubse, indecís.
– Pot ser que el salt ens isca malament, i potser no. Però quedar-nos per sempre en aquest costat de la illa ens eixirà malament segur. Coneixes a algú que no haja mort devorat per les feres o per la fam? Aquest també és un final terrible, encara que semble que encara ens quede lluny.
– Tens raó, Enbia. Si esperem molt, potser no tinguem les forces per donar aquest salt la pròxima vegada. Ho farem demà mateix.
A l’endemà, Hubse i Enbia van saltar a la cara bona de l’illa. Mentre recollien les perxes, mentre prenien impuls, mentre sentien l’impuls, la por a penes els deixava respirar. Quan volaven pels aires, indefensos i sense suports, sentien que alguna cosa havia eixit malament i els esperava una mort segura. Però quan van aterrar a l’altra banda de l’illa i es van abraçar feliços, van pensar que no havia estat per tant. Mentre corrien a descobrir la seva nova vida, van poder escoltar a l’esquena, com en un cor de veus apagades, les següents paraules:
– Han tingut sort.
– Jo pensava fer-ho demà.
– Quin salt tan dolent! Si no arriba a ser per la perxa…
Quan van sentir les declaracions dels Konpanos que van decidir sofrir en la cara dolenta, van comprendre per què tan pocs saltaven. Era perquè a aquella cara de l’illa, només es quedaven aquelles persones sense somnis, plenes de por i desesperança, que no saltarien mai per aquelles persones que amb fal·làcies havien omplit de por els seus somnis que, per arriscats que foren, eren seus.

Depósito legal: A-498-2010 Edición en papel ISSN: 2171-8679 Edición digital ISSN: 2444-3395