Paseando por el centro de Alicante y al pasar por la puerta del monumental Teatro Principal pensé en cuántas veces había llevado a mis alumnos a sesiones en este espectacular teatro del XIX, uno de mis edificios favoritos de esta ciudad.
¿Tendrían de nuevo sesiones matinales, para grupos escolares, como hace años en los que íbamos a sesiones de ópera, de teatro, en las que los alumnos se iniciaban en esta cívica costumbre de acudir al teatro? Habían dejado de ofrecerse por diversas circunstancias. Pensé en pasar y preguntar en taquillas , a ver si mis alumnos de este curso pudieran volver a tener esta suerte. Y ¡oh, sorpresa!, sí. Había un ciclo: ‘ Cuentos tras el telón’, narraciones orales en el Principal. En mi mente resonaron los cuentos de la infancia, las nanas, las fábulas, las historias, la infancia de siempre y la voz de la madre, la abuela, trayendo a las mentes infantiles las primeras historias que dispararían la curiosidad por el mundo a descubrir.
Podríamos asistir, por fechas al espectáculo del 13 de noviembre, “La vida en un canto”, de Victoria Gullón. Canto era una palabra polisémica, canto de cantar, pero también podrían ser los cantos del camino, del río, da la calle, de la carretera. Esos que son lisos, redondeados, grises, blancos, rosados…. Mi compañera Vicky fue entusiasta: ¡Iremos! ¡Iremos con 2º ESO! No teníamos excursiones con ellos a la vista. Una gran oportunidad.
Al primer grupo que le propuse la visita al Principal no le pareció atractiva la visita “Son 5 €”. “No me gusta el teatro”. “Prefiero otras salidas”. Un jarro de agua fría. Nunca, en 30 años de docencia, me había pasado esto. Los estudiantes siempre hemos querido salir de las aulas: a la montaña, al museo, al teatro, al mundo. Felizmente 3 grupos desearon asistir.
Preparativos. Viaje en TRAM. Llegamos al imponente edificio.
Con emoción pasamos al teatro por la puerta de artistas, estábamos sentados en el escenario muy cerca de la artista, y como telón de fondo, la visión del gran Teatro Principal.
Resultó que en Victoria Gullón canto sí era una hermosa palabra polisémica. Victoria canta, cuenta, recita y juega, y los cantos del camino, que lleva recorridos desde los cantos de su abuela en su infancia de Puebla de Sanabria, en Zamora y que llevan rodando por el mundo desde el siglo VIII como el Romance de Gerineldo, enamorado de la hija de Carlomagno, y que nos enseña que los amores de entonces son como los de ahora, ¡ay! ¡los amores!, o el de La mujer del pastor, mujer, con las mismas inseguridades que las de hoy, o la mitológica Serrana de la Vera, hermosa mujer de crueles costumbres amatorias (tantas historias de estas en las noticias) que nos han dejado con el asombro en nuestras bocas abiertas. Y para rebajar tensiones, ¡hemos cantado a la pereza!!
¿Cómo puede un romance que nació hace siglos y ha llegado rodando a los oídos de los chavales del presente todavía interesar, emocionar y asombrar? No lo dudemos, por la cercanía de la artista. Victoria ha sabido interesar, intrigar, divertir, atraer, hacer cantar porque es una artista de teatro, que, con su cuerpo, su voz, su rostro, su profesionalidad y su psicología se ha metido al público más difícil que existe: los adolescentes de hoy.
Pero el runrún de los motivos del rechazo del primer grupo había permanecido en mi mente todo este tiempo. Lo he comprendido viendo a los chavales y a Victoria interactuando: la magia del teatro hay que vivirla. Y los chavales no la han experimentado. La cercanía del cuerpo del actor, de la actriz, de la juglaresa provocando una respuesta tan cálida en los chicos, esto, no lo da una pantalla. ¡Y están tan faltos de humanidad, de cercanía, de verdad, nuestros jóvenes! Estas generaciones han permanecido demasiado tiempo acompañados por las frías pantallas y tenemos la obligación de ofrecerles la calidez de la narración, del verso, de la música y de la presencia física que sólo ofrece el teatro.
Por eso, ojalá, los responsables de estos ciclos matinales mantengan y amplíen la oferta de estos narradores que nos traen esos cantos rodados a través de la literatura de todos los tiempos y lugares y las puedan seguir ofreciendo a nuestros chavales.
Es nuestra obligación, no podemos defraudarles.
Laura Díaz