Querida Isabel,
Han pasado más de dos meses desde aquel jueves 15 de noviembre, en el que llegaba a nuestro instituto la triste noticia de que tu ausencia, de más de un año entre nosotros, iba a ser definitiva. Como una inmensa nube negra, en una tierra tan soleada como esta, se fue extendiendo por pasillos, aulas, departamentos, sala de profesores, cantina… Y sobre todo en ese rincón junto a la ventana, en la sala de profesores, donde día tras día se escuchaba tu voz, cuando estabas entre nosotros; en aquellas inolvidables tertulias donde se hablaba de todo… de lo divino y de lo humano.
Ha sido muy difícil empezar a escribirte estas palabras porque todavía estamos un poco noqueados, y el recordarte duele, y duele mucho. Pero tampoco queríamos “ ignorar” tu ausencia, para evitar el dolor. Como tampoco podías marcharte sin recoger la cosecha de lo que has ido sembrando año tras año; hemos de aclararte que la cosecha ha sido muy abundante, y que aquí sólo podemos mostrarte algunos frutos, para que vayas degustando.
Primer fruto, los muchos amigos y amigas que has dejado y que te recuerdan cada día.
Segundo fruto, un Departamento de geografía- historia, un poco huérfano, que ya no podrá disfrutar de tus sabios consejos y de ese aire fresco que representabas entre tantas estanterías de libros un poco vetustos y polvorientos.
Tercer fruto, un instituto que disfrutaba de tu elegancia y saber estar.
Cuarto fruto, unos alumnos que te recuerdan con inmenso cariño y, algunos, incluso se declaran “isabelinos” (de Isabel Aldeanuela y no de Isabel II ).
Quinto fruto, esa entereza, esperanza e ilusión que nos transmitiste a lo largo de tu enfermedad, cuando te visitábamos o hablábamos contigo por teléfono.
Sexto fruto, ese mensaje que nos ha quedado, aunque sea difícil cumplirlo, de que hay que relativizar las preocupaciones, los conflictos, los problemas… y disfrutar el día a día; porque estamos vivos y ¡eso es lo que verdaderamente importa!.
Y tantos… y tantos frutos más…
Gracias, Isabel, por haber sido tan buena compañera y amiga, ¡ gracias por haber sido “tan buena gente” !.
En esta despedida, queremos que sepas que se queda con nosotros tu imagen sonriente, elegante, afable… de la comida de jubilación de nuestra querida Mª Luz; en la que con tu peinado a lo Jane Fonda, estuviste como siempre… ¡ EXPLÉNDIDA !.
Querida Isabel,
¡Cómo nos acordamos de ti! ¡Cuánta falta nos hacen tu compañía, tu alegría, tu amistad…!
Nos haces mucha falta… ¡Te echamos tanto de menos…! En los pasillos, en la Sala, en esa media hora de descanso, donde hablábamos, reíamos… Contigo era muy fácil la relación: siempre tenías algo que decir.. Pero, sobre todo, tenías esa cualidad tan difícil de encontrar: sabías escuchar, y sabías dar, en los momentos difíciles esa palabra de aliento y ayuda.
Tú ya has hecho tu camino, que ha sido demasiado breve. Un camino que has sabido llenar de amigos, de compañeros, de gente que te quiere.
Has sido, durante la enfermedad, Isabel, un ejemplo muy difícil de emular: paciente, animosa, llena de fe, jamás desesperanzada, siempre agradecida por las pequeñas cosas que podíamos hacer por ti.
Nunca olvidaremos la alegría con que nos recibías en tu salita de estar, tan acogedora, tan tú misma…. A pesar de todo lo que estabas pasando, te interesabas por el trabajo, por los compañeros…
Isabel: te has ido, pero siempre irás con nosotros, nuestros corazones te llevarán.
Estimada Isabel,
no sé si podrem expressar el que sentim ara que has emprés eixe viatge que tots nosaltres,inexorablement, hem de realitzar. A tots ens sembla que has partit massa aviat, però com diu el poeta, el que és important és la manera de fer eixe camí. I nosaltres, els teus companys i companyes, podem parlar ben bé de l’empremta que ens has deixat a tots i a totes nosaltres.
Per on començar? Sense dubte, pel teu càlid somriure. Com n’era d’acollidor i bell! Sempre que ens dirigíem a tu, trobàvem la teua atenta mirada acompanyada invariàblement, per un somriure. No importava què era el que et volíem dir. Tu sempre estaves receptiva. Mai una mala cara ni una mala paraula. Això no era esperable de tu. A més, era massa ordinari i tu tenies massa classe per a fer aquestes coses.
Sempre estaves disposada a compartir els teus materials amb els altres companys, i sempre des de la humilitat, per a que el nouvingut no es sentira inferior.
Sabem perfectament que el tracte que dispensaves als teus alumnes era tan exquisit com el que tenies amb nosaltres. Ells també ho han sentit molt i t’enyoren, Isabel.
Una de les qualitats més valorades en les persones és la d’estimar, la de tractar els altres sense tenir en compte la ideologia de cadascun d’ells. I sabem d’exemples molt concrets. Tu eres un d’ells, ja que et relacionaves amb nosaltres des del cor, i el cor només entén de raons, raons que moltes vegades nomes serveixen per a posar murs entre la gent. Tu vas saber traspassar eixos murs i mirar als ulls del qui tenies al davant. Sempre amb un somriure.
Has estat molt valenta en la lluita que has hagut de dur a terme. Quina lliçò ens has donat! No t’has queixat, no has envejat la salut dels altres, has acceptat el que t’ha tocat viure, però sense rendir-te en cap moment. Sempre amb esperança, sempre amb un somriure. I sempre, sempre, agraïnt el que els altres fèiem per tu. Fins ahí ha arribat la teua generositat. Els nostres gestos d’estima cap a tu eren molt petits comparats amb allò que estaves vivint, però el teu agraïment era tan profund, tan sincer, que erem nosaltres els qui ens sentíem obsequiats per tu. I en tot moment, justificant les possibles absències, sense cap bri de rancor.
Isabel, estimada amiga, vindran altres cursos, altres alumnes, altres companys i companyes. Algú ocuparà el teu lloc, però, i no ho oblides, mai ningú et podrà substituir.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Els teus companys i companyes.
| Junto al Mar Si muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. Serán las aguas grises mi escudo y no habrá que luchar. Si muero que me dejen a solas. El mar es mi jardín. No puede, quien amaba las olas, desear otro fin. Oiré la melodía del viento, la misteriosa voz. Será por fin vencido el momento que siega como hoz. Que siega pesadumbres. Y cuando la noche empieza a arder, soñando, sollozando, cantando, yo volveré a nacer.
José Hierro Antología | |
EL VIAJE DEFINITIVO ...Y yo me iré. ...Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido, y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron; y el pueblo se hará nuevo cada año; y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado mi espíritu errará, nostálgico… …Y yo me iré y estaré solo, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, y sin cielo azul y plácido… ...Y se quedarán los pájaros cantando. J. Ramón Jiménez | |