Elda

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Elda, ciudad del Medio Vinalopó, tiene un término de 44,7 Km² y su población es de 52.404 habitantes (censo de 2018). Sus límites son: al N, Sax; al E, Petrel; al S, Monóvar y Novelda; y al O Salinas y Monóvar. Cuenta con un restringido término municipal, ubicado en mitad de un pequeño valle que acoge en sus extremos a los dilatados términos de Monóvar y Petrel atravesado por el cauce del Vinalopó. Su cuenca se halla a una altitud media de 400 m, enmarcada por relieves modestos, en torno a los 800 m de altitud, entre los que destaca la sierra del Cid (1.127 m), hito de referencia paisajística fundamental en el valle.

Las aguas del río han supuesto un importante factor de localización de las primitivas culturas. De la Edad de Bronce datan una serie de hallazgos sobre pequeñas elevaciones que dominan las riberas del río, como los más antiguos del Monastil, los del peñón de los Trinitarios y los de la ladera sur del Bolón. Pero será con los iberos cuando el urbanismo alcance cotas relevantes, como prueba la ciudad ibero-romana del Monastil, cuya vida comienza en el siglo IV a.C. y concluye en el siglo VII a.C.

La absoluta carencia de fuentes bibliográficas antiguas que nos pudieran ilustrar sobre los nombres de Elda en sus primeros tiempos ha originado numerosas confusiones. Cualquiera de los nombres tienen como partícula inseparable "el": Ello, Elo, Ella, Adellum, Idella, Dahellos, etc.

En las últimas décadas la ciudad se ha desarrollado en altura más que por la extensión superficial, de tal forma que se asiste a un continuo proceso de sustitución de viejas casas y viviendas unifamiliares por altos edificios.

La fabricación de zapatos, especialidad funcional de la ciudad, aparece a mediados del siglo XIX, al sustituir la artesanía del esparto por la de la piel. Los primeros zapateros aparecen censados en 1858. A partir de esos momentos, la inversión del capital agrario local y comercial foráneo permitieron el desarrollo de una artesanía que pasaría a ser verdadera industria a raíz de las grandes exportaciones hacia Francia durante la Primera Guerra Mundial. La Guerra Civil española y la depresión económica de los años cuarenta frenaron este desarrollo fabril. Solo con la apertura de las relaciones internacionales y las ayudas del Plan de Estabilización Nacional de los años cincuenta, y el decisivo empuje dado con la creación de la Feria Internacional del Calzado e Industrias Afines, (FICIA) en los años sesenta, la producción zapatera recobró la vitalidad perdida.

No obstante, desde los años sesenta, diversos aspectos como la crisis internacional de la energía, el encarecimiento de las materias primas, unido al incremento de los salarios y a la competencia de otros países productores llevó al sector a una crisis prolongada, que provocó la quiebra de las grandes fábricas del ramo, la atomización de la producción en pequeños talleres y la proliferación del paro obrero y del trabajo clandestino. Pese a ello, la ciudad sigue irradiando la imagen de prosperidad económica que le ha caracterizado.

Las fiestas de Moros y Cristianos son las más populares de la ciudad, En ellas prima el lujo de presentación, el lucimiento, las embajadas, etc. Que duran generalmente cuatro días. Otro aspecto muy importante de estas celebraciones son las entradas o desfiles de presentación fastuosa de las tropas de cada bando.

Se desconoce la fecha de comienzo de estos festejos. No se han encontrado documentos que diesen testimonio histórico de su creación. Data de 1946 la primera de las Actas de la Junta Central, la cual desde entonces viene organizando y coordinando todos los actos de dichas fiestas.

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