Wohn
¿Nunca os habéis preguntado qué estará sucediendo en estos momentos en todo el mundo? o ¿habrá personas que mientras yo estoy disfrutando de la vida, ellos están sufriendo? La verdad es que yo sí que me he formulado todas estas preguntas más de una vez.
Hasta hace unos meses veía el mundo de una forma. Pero creo que muchas de las personas que nos rodean, o a las cuales no conocemos, están formadas por pedacitos que las hace ser ellas mismas. Siempre he pensado que cada persona es la propia escritora de su propia vida. Eso sí, a ciertas personas la vida les pone obstáculos o percances que tiene que superar.
Como iba diciendo, hace unos meses la vida me dio un giro inesperado.
15 de octubre, 2019, Aeropuerto de Támber, Egipto.
No eran más de las cinco de la tarde cuando yo me encontraba en el Aeropuerto Internacional de Egipto. Después de más de 23 horas de vuelo y 2 horas en velero, había llegado a mi destino, Asuán. Tal día empecé una gran aventura, donde descubriría Egipto.
Nada más llegar, ante mis ojos observaba un mundo diferente del que yo procedía. Solo podía ver pobreza, destrozos, hambre… Mi transporte se equivocó y me condujo a unos de los pueblos de alrededor, Kastán. Intenté hablar y explicarles que se habían equivocado, pero no me entendieron. Entonces tuve que buscar soluciones.
Una mujer que pasaba de repente por allí se abalanzó sobre mí, me cogió las manos y me dijo:
كن حذرا ، فهي أوقات خطيرة. (”ten cuidado, son tiempos peligrosos“)
Yo no entendía lo que quería decirme; pensaba que tal vez me pudiera estar deseando tan solo los buenos días.
Sin más preocupaciones quería salir de ese pueblo, porque tenía miedo de saber a lo que me enfrentaba estos días.
Ya entrada la noche, una joven se presentó delante de mi rostro y empezó a hablarme francés. Más o menos pudimos entendernos. Y fue ella y su familia quien me dio alojamiento en esos días próximos. Tuve que respetar mucho sus tradiciones, como ir tapada con un pañuelo, ya que era una mujer y sobre todo, extranjera.
El primer día no fue difícil, pero la noche daba de sí. No eran ni las 04:00 de la madrugada cuando se escuchó un estruendo espantoso. Di un salto, asomé mi cabeza por aquella ventana tan pequeña y solo podía ver el humo y el fuego que había a unos 2 km de la casa. Pregunté qué era tal estruendo; solo escuchaba la palabra BOMBA.
Son aquellos momentos en los que te das cuenta que eres muy joven para morir, o te preguntas por qué te suceden a ti estas cosas.
Éramos más de 10 personas en aquella casa, todos salimos a pie para poder alejarnos con lo puesto; tuvimos que pasar esa noche bajo un cielo estrellado. ¿Cómo dentro de esa catástrofe podía existir algo tan bonito?
Al despertar, volvimos al pueblo, donde entre todos limpiamos los destrozos, levantamos lo que quedaba de las casas, y toda la gente volvió a su vida como si aquello fuera algo normal. Para mí, acababa de pasar toda mi vida ante mis ojos. Mi viaje se alargó más de lo inesperado. Uno de aquellos días llegó un grupo de alejandrinos al pueblo en busca de comida y refugio, porque un grupo anarquista se había quedado con su pueblo. Entre ellos había un pequeño niño moreno, no debía de tener más de 5 años. El dueño de la casa donde yo me alojaba me explicó que aquel niño llamado Wohn acababa de perder a sus padres hacía unos días y que no le quedaba más familia.
Me llamó tanto la atención aquel niño que quise averiguar más sobre él. Entre traducciones y señas, la gente con la que había venido me explicó la vida tan intensa que había tenido este niño de 5 años. Primero me contaron que nació en unas condiciones bastante malas; su madre dio a luz en medio de una guerra entre ciudades. Después tuvieron que huir en una patera hacia Alejandría. En esos momentos entendí la frase que me dijo aquella mujer a mi llegada.
Resbalaron algunas lágrimas por mi rostro al escuchar esta historia y desde ese momento supe que mi lugar siempre había estado, estaba y estará con la gente que necesita ayuda.
Llegaba el momento de volver a mi rutina, a mi trabajo, a mi vida diaria, de volver a la gran ciudad donde me había criado, pero yo solo tenía claro que no podía marcharme y dejarlo todo como si nada.
Realicé ciertas llamadas a mi trabajo y a mi familia para contarles lo sucedido. Y ahora sí, más que nunca, tenía muy claro lo que iba a hacer. Era una de las cosas más claras que había tenido en mi vida. Solo al ver a aquel pequeñín ya sabía que algo nos uniría y que tenía algo especial. Y como no, adopté a Wohn. Tuve que preparar mucho papeleo, muchas llamadas, pero al fin y al cabo lo conseguí.
Por mucho que yo le hubiera dado una segunda oportunidad a la vida de aquel pequeño, las cosas en aquel pueblo o en otros seguían yendo mal. Todos sabemos lo que pasa a nuestro alrededor, pero hacemos como que todo el mundo está feliz, y no pasa nada, sabiendo que las cosas no son así.
No dejemos de lado lo que pasa a nuestro alrededor. Nunca se sabe si en algún momento también nos puede pasar a nosotros.
Nosotros somos los escritores de nuestra propia historia, a la cual llamamos VIDA.