Empirismo e Ilustración

Entre la obra de John Locke (1632-1704) y la de David Hume (1711-1776) tiene lugar el llamado “siglo de las Luces” o Ilustración, periodo comprendido entre 1688, fecha en la que tiene lugar la Revolución Liberal Inglesa y 1789, año en el que suceden los sucesos decisivos que dieron lugar a la Revolución Francesa. Podríamos afirmar que Locke fue el bautista de la ilustración británica mientras que Hume fue su auténtica encarnación. El que el siglo de las luces venga enmarcado por dos revoluciones nos da una idea de lo convulsivo y agitado del mismo, así como de su trascendencia a la hora de explicarnos en qué consiste la civilización occidental contemporánea.

Efectivamente, durante este periodo se definen los conceptos fundamentales de la teoría política, en torno a los cuales se va a desarrollar la vida comunitaria de las naciones occidentales: la idea de que los seres humanos tienen todos ellos unos derechos inviolables e iguales para todo el mundo, la democracia, entendida esta como una forma de organización social en la que cada ciudadano tiene un voto, y todos son iguales ante la ley, ante el Estado, el cual, a su vez, mantiene a sus tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, indefectiblemente separados y en el que, para evitar todo tipo de fanatismo y garantizar la tolerancia, se produce el divorcio entre la vida religiosa y la vida política, entre la Iglesia y el Estado, entre lo privado y lo público.

Gran Bretaña alcanzó la revolución (no liberal, sino estrictamente puritana y fanática) mucho antes que todos los demás países europeos, de la mano de Oliver Cromwel. Sin embargo, con la subida al trono de Carlos II de Inglaterra en 1660 se produjo una restauración que, aparentemente daba al traste con los logros revolucionarios. No obstante, el nuevo despotismo no pudo durar y dio paso a una segunda revolución pacífica, transcurrida entre los años 1688 y 1689, consistente ésta en el establecimiento de un compromiso, mediante el cual Inglaterra y Escocia se convertían en una monarquía parlamentaria, intentando soslayar el extremismo puritano y el despotismo monárquico. Este compromiso o pacto fue tematizado por Locke en sus dos tratados sobre el gobierno.

EMPIRISMO INGLÉS

El empirismo es junto con el racionalismo, la corriente filosófica más importante de la modernidad. Si entendemos por empirismo la teoría según la cual el origen y valor de nuestros conocimientos depende de la experiencia, nos encontramos con que el empirismo es una constante en la historia del pensamiento, existió antes de la modernidad y volverá a surgir más de una vez en la época contemporánea. Pero nos vamos a centrar en el empirismo inglés, línea de pensamiento que se inicia con la publicación del “Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke, considerado el padre de la filosofía empirista. Los continuadores más importantes son George Berkeley y David Hume.

La filosofía inglesa se destacó, desde el fin de la Edad Media, por una gran preocupación por la experiencia. Los antecedentes los encontramos en la tradición escolástica de Oxford y el criticismo nominalista de Guillermo de Ockham (S. XIV) así como Francis Bacon e Isaac Newton (S. XVII Y XVIII). Bacon da una gran importancia a la ciencia y se rebela contra el uso abusivo de la autoridad, proponiendo métodos inductivos. Pero Bacon no era más que un teórico de la experiencia; Newton va a conjugar lo teórico con lo práctico: su ideal consiste en la creación de una filosofía experimental que llegue, a través del análisis inductivo, hasta las causas más universales. Propone partir de los hechos y no admite ninguna conclusión que no proceda de la experiencia. El modelo de ciencia del empirismo ya no serán las matemáticas (como en el racionalismo), sino las ciencias experimentales: el modelo está tomado de las ciencias físicas.

El empirismo inglés, inmerso en un espíritu positivista, supone la verdadera modernidad filosófica: la crítica y ruptura con la filosofía escolástica y también la crítica a la nueva ciencia, es decir, al racionalismo cartesiano. No obstante, debemos subrayar que el antecedente más directo de la filosofía empirista es el propio Descartes, todas las preocupaciones iniciales de Locke se inspiran en Descartes. Pero el empirismo sigue una dirección propia, consiste más en la eliminación progresiva de los conceptos tradicionales que en la acumulación de contenidos que caracteriza a los sistemas racionalistas. Tiene por tanto, un sentido más crítico que el racionalismo para con la filosofía tradicional. Locke, Berkeley y Hume son los tres pasos que van eliminando uno a uno los conceptos tradicionales hasta desembocar en el escepticismo.

A pesar de su crítica de las ideas innatas, Locke sigue siendo, en muchos sentidos, cartesiano. Por ejemplo, acepta dogmáticamente la existencia de la sustancia material como soporte de las cualidades que percibimos. Berkeley, el segundo gran empirista, criticará esta sustancia material y su empirismo derivará en inmaterialismo y hasta en idealismo (la realidad sólo está en nuestras ideas). Hume, la culminación del empirismo, recogerá todos estos problemas y criticará no sólo la sustancia material, sino también la sustancia espiritual, así como la noción de causalidad. Este gran esfuerzo desembocará en un escepticismo filosófico que concluye que, si nos fijamos en la experiencia, vemos que no se nos da ninguna prueba de leyes permanentes que expliquen los fenómenos y les hagan asequibles a los postulados de la razón.

Por último, señalar que Locke y Hume estaban profundamente inmersos en el espíritu de la Ilustraciön. Sus preocupaciones no se limitaron a la teoría del conocimiento, sino que sus intereses principales fueron ético-políticos y religiosos.