PORTADA ANUARIO 50 ANIVERSARIO
portadas PARRA_MOSTRADiseño: Ferran Boscà
LOGO 50 ANIVERSARIO
Diseño: Ferran Boscà
CAMBIO DE LOGOS
Diseño: Ferran Boscà
CARTA PRIMER DIRECTOR DEL PARRA
Hace cincuenta años
Víctor García de la Concha
Primer director del IES José María Parra
En la primavera de 1967 acababa yo de obtener la cátedra de «Lengua y Literatura españolas» del instituto de enseñanza media de Játiva. Había comenzado los contactos con la dirección del centro para mi incorporación, cuando, cercano ya el verano, me llamaron un día de la Dirección General de Enseñanza Media del Ministerio de Educación para ofrecerme ir en comisión de servicio a dirigir el nuevo instituto de Alzira en el curso 1967-1968.
Me informaron entonces de que en esta villa había un «instituto laboral», pero que el Ayuntamiento, por iniciativa de su alcalde, el docente don José Pellicer, había construido con cargo al presupuesto municipal un edificio que el Ministerio aceptaba oficialmente como sede de un nuevo centro de bachillerato.
No era fácil, ni mucho menos, por entonces conseguir la creación de un instituto. Es sabido que desde la guerra civil —en la que por cierto fueron depurados por el llamado bando nacional muchos maestros y profesores— hasta entrados los años cincuenta no se creó ningún instituto de enseñanza media. El gobierno de Franco ayudó, en cambio, en ese período a las órdenes religiosas, con donaciones de solares y créditos muy generosos, a construir colegios en los que, además, bastaba el carné de religioso para enseñar oficialmente cualquier materia aunque no se tuviera el título universitario requerido a todos los demás profesores.
Se produjo entonces una concentración de colegios religiosos de enseñanza media en las ciudades, con internados a los que se desplazaban desde los pueblos muchachos de las clases acomodadas, mientras que los hijos de familias de economía limitada se veían obligados a renunciar al bachillerato superior, requisito indispensable para poder cursar estudios universitarios. Era natural que las villas cabeza de concejo y otros pueblos importantes presionaran al Ministerio para conseguir el deseado centro oficial de enseñanza de bachillerato.
Alzira buscó una vía expeditiva para lograrlo: ofrecer un edificio —en este caso construido ex profeso—, con sus campos de deporte anejos y presto para ser ocupado de inmediato. No faltaba más que la confirmación oficial. Llegó enseguida, y en el mismo verano una sala de la Casa consistorial sirvió de secretaría para recibir las matrículas. Eran muchachos y muchachas no solo de Alzira, sino de los pueblos limítrofes.
Al mismo tiempo comenzamos la selección del profesorado. Se unió como catedrático un amigo, especialista en lenguas clásicas, Isidoro Muñoz Valle, que más tarde coincidiría conmigo, ambos ya catedráticos de universidad, en Valladolid. Además del propio alcalde, varios graduados alzireños y otros procedentes de la Universidad de Valencia, integraron el primer claustro, del que era secretaria Rosa XXX, profesora de Carcaixent.
Todavía sin nombre, el instituto estaba, y está, situado en una barriada construida por un sacerdote, don José, que desde el primer momento sintió el instituto como si fuera una parcela aneja parroquial. Hombre de gran capacidad de convicción, que había promovido allí una cooperativa, empezó a correr la voz de que vendría a inaugurar el instituto el propio generalísimo Franco. Con tal seguridad insistía en ello que yo mismo, como director, di cuenta a la Dirección General de Enseñanza Media. Y pronto (¡!), mientras continuaba la construcción del edificio con la que convivíamos, recibí la comunicación del envío de una biblioteca básica y un laboratorio de física y química, además de abundante material docente. Al mismo tiempo, una empresa de Tabernes de Valldigna completaba el mobiliario.
Franco no llegó nunca, pero el sueño del buen párroco surtió efecto.
La verdad es que trabajábamos con ilusión, esforzados en conseguir un centro ejemplar. Pensamos que nuestros alumnos debían distinguirse y, siguiendo el ejemplo de algunos de los grandes institutos tradicionales y de los colegios mayores universitarios, adoptamos un uniforme con escudo. La Asociación de padres de alumnos alentaba y respaldaba nuestras iniciativas. Pudimos así, por ejemplo, contar con colaboradoras que tutelaban horas de estudio complementarias en las aulas del instituto para alumnos que en sus casas no tenían facilidad o para los que venían de pueblos cercanos y aprovechaban horas muertas.
Proyectamos también una especie de extensión cultural que yo inauguré en el Casino con una conferencia sobre Federico García Lorca, la cual tropezó, sin embargo, con alguna dificultad de comprensión política. Mucha mejor acogida tuvo —todo hay que decirlo— una fiesta primaveral en la que las alumnas mayores lucieron sus preciosos trajes falleros.
Con el final de curso terminó mi comisión de servicio. La Asociación de padres me despidió con un encuentro de «cena bajo el brazo» en la que me regalaron un precioso reloj de pared presidido por una inscripción extremadamente generosa que el pudor me impide reproducir. Me acompaña en mi estudio desde entonces y su campana me trae el recuerdo de Alzira: de sus gentes, de la lengua del pueblo, de su paisaje —sobre todo de la Murta jerónima—. Y del instituto, que fue bautizado con el nombre de José María Parra, aquel venerable sabio con quien agoté horas hablando de fray Luis de León y san Juan de la Cruz.
Comencé mi carrera de profesor universitario y me llamaron después a formar parte de la Real Academia Española. El mismo día que me nombraron director de ella, me llamó Su Majestad el Rey don Juan Carlos para encargarme que dedicara todo mi esfuerzo a lograr que las diecinueve Academias de Hispanoamérica, la Norteamericana y la Filipina formaran con la Española una sola Academia en su que hacer al servicio de la lengua común. Me cambió la vida, y gracias a su apoyo, y al «alma» que evoca el sonido de mi reloj alzireño, se logró. Pero yo era el joven catedrático que puso en marcha, hace cincuenta años, el Instituto de Enseñanza Media de Alzira.
CARTA DIRECTOR 50 ANIVERSARIO
SALUDO DEL DIRECTOR ACTUAL
En fin…… quién me lo iría a decir, las vueltas que da la vida.
Un técnico como yo, con destino siempre en centros de la antigua FP, que iría a parar (de forma provisional, eso creía yo) a un Centro de Secundaria, en concreto al Parra, que en su fachada pone “INSTITUTO NACIONAL DE BACHILLERATO”. Después de multitudes destinos, va y me dan este centro.
Mientras iba en el coche hacia mi nuevo destino, ya estaba haciendo planes para pedir uno nuevo. ¡Un centro de bachillerato, que mala suerte la mía!.
Aún siendo de Alzira, nunca había pisado el “Parra”, no sabía como era, a pesar de los años de experiencia que ya tenía, iba con un nudo en el estómago, había lidiado con alumnos de la FP y no me podía asustar nada pero esto de la ESO y el Bachillerato era algo nuevo para mí. Pensaba que entraba en un instituto rancio con Catedráticos estirados que tal vez me mirarían por encima del hombro a un profesor que había estudiado la Formación Profesional y una carrera técnica. “No importa en un par de años me largo”, estaba contento por ser un destino cerca de casa, eso lo compensaría todo.
Aparco, me acerco, llamo a la puerta y esta se abre. Entro en los jardines, un suelo empedrado con ladrillo macizo de color amarillento y desgastado por los años me recibe, jardines a ambos lados con un alto seto y palmeras, altos pinos y una tipuana tipu monumental, algarrobos, en fin multitud de vegetación, un espacio que causa tranquilidad, la verdad es que me sentí bien y hasta años después no me he dado cuenta el porque de esa sensación, entro en el edificio, un amplio hall acristalado, mucha luz, jardines interiores a ambos lados, un suelo negro de gres con brillo apagado recubre todo el pasillo hasta morir en escaleras a ambos lados. Me gusta, es un instituto de aspecto agradable y diferente a todos los que he estado. El director me recibe y me presento “hola soy Luis, el nuevo profe de tecnología”, “hola Luis, soy el director, ¿es la primer vez que das clase en la ESO?”, la verdad es que era la primera vez, aunque llevaba 16 años lidiando con FPI (y FPII) y para los de BUP y COU eso era poco más que reformatorios, “el que vale a BUP el que no a FP”, el lema de época, yo me había formado haciendo FP y esas eran discusiones habituales con amigos que estudiaban el bachillerato. Me dice el director entonces, “pues prepárate porque los de la ESO son tremendos”, me entró un poco de risa que intenté disimular.
Llegaron las presentaciones, esa parte era la que más temía, ¡un profe de FP en un centro de Bachillerato!. Rosa Mº profe de mate, Antonia profe de Castellano Vicky profe de Geografía, Francesc profe de Filosofía, Mariles, Teresa Busto, José Luis, Josefa, Salvador, Lola, MªAngeles, …. casi cien compañeros nuevos, todos me reciben de una manera natural. Me gusta…. Empezamos el curro, visito los talleres de tecnología (decepcionantes) y las clases.
Tardo varios meses en acostumbrarme al funcionamiento de mi nuevo destino, muchas cosas nuevas, clases más numerosas, menos recursos, pero poco a poco me asiento. El “Parra” me atrapa, tengo la sensación de pertenecer a él desde siempre, las personas, las instalaciones antiguas pero agradables, bien conservadas y modernas a pesar de los años. Un Centro que te lo recorres en menos de seis minutos cuando haces guardia, cuando otros con menos alumnos tardabas al menos veinte. ¡Sorprendente!
Después empiezas a enterarte del prestigio de la institución, de las cosas que han pasado, de los cientos de profesores y miles de alumnos que han pasado por sus aulas, de los proyectos y la innovación educativa que tiene el claustro, de lo solidario de sus componentes, de la cultura del arte plástico, del arte escénico, de la música, además de lo habitual en el resto de los otros centros, la Ciencia y las Humanidades y todo ello envuelto por un edificio que hasta ahora, en casi veinte años que llevo aquí no me había percatado de su encanto silencioso. Sus proporciones áureas y volúmenes son perfectos, no te das cuenta pero estando dentro o viendo desde fuera sus fachadas te da sensación de paz, está diseñado precisamente para el fin que fue construido, para la enseñanza.
El “Parra” atrapa a sus trabajadores, todos quieren volver o si se van porque sus hogares están lejos, se van con tristeza y atrapa también a sus estudiantes, que siempre lo recuerdan con cariño.
Te dejo con este libro conmemorativo del 50 aniversario, en sus páginas encontrarás un estudio sobre la arquitectura del edificio y podrás entender porqué en mi escrito digo que te gusta desde que pisas la entrada, cartas y escritos de profesores y directores, historia de la institución y un álbum de las fotos más representativas de estos 50 años. Esperemos que el “IES José María Parra” se mantenga con espíritu joven y con vigor innovador otros 50 años. Los que hemos pasado por aquí, profesorado, PAS, alumnado y familias nos sentimos orgullosos del legado que dejamos a las futuras generaciones que pasarán sin duda por sus aulas.
¡Larga vida al PARRA!
Luis Montagud Bellod
Director