¿CIENCIAS O HUMANIDADES?

Asistimos en la actualidad a un debate a nivel social sobre la utilidad e importancia de las ciencias y las humanidades que está generando una polarización cada vez mayor, hasta el punto que parece que se trate de ramas o disciplinas completamente enfrentadas.

Desde pequeños, en nuestra educación, nos planteamos si eso que nos enseñan los profesores va a ser relevante en un futuro cuando decidamos tomar nuestro camino y dedicarnos a aquello que nos gusta. A lo largo de nuestro paso por el instituto llega un momento en el que debemos elegir especializarnos; decidirnos por una formación científica y tecnológica o humanística y social. No queda más remedio que hacerlo, puesto que es imposible cursar todas las materias en profundidad, pero tal vez este sea el principio de la brecha que se abre entre ambas trayectorias.

Esta decisión resulta angustiosa por muchas razones. No ayudan, desde luego, todos los tópicos que se han ido difundiendo y que nos advierten de la enorme dificultad de un bachillerato de ciencias. Tampoco quienes nos alertan sobre las escasas salidas profesionales de la rama social, humanística y artística, ni los que devalúan todas estas ramas frente a los estudios de ciencias alegando que son mucho más fáciles y que el alumnado con más capacidades desaprovecha su potencial si se inclina por unos estudios humanísticos.

Pero si esta decisión resulta difícil es sobre todo porque hemos de tomar una decisión de semejante alcance completamente a ciegas, sin conocer siquiera qué es eso que se entiende por humanidades. ¿Cómo saber si nos gustará el latín, el griego o la economía si nunca antes hemos tenido contacto con ellas?  Parece que desde el principio las humanidades van perdiendo la batalla.

Es cierto que no siempre fue así. Durante siglos, los saberes humanísticos se entendieron como los fundamentales, obligando a los científicos a vencer los obstáculos que le presentaba la tradición filosófica y teológica. Pero también resulta cierto que la situación a día de hoy es bien diferente.

Nadie duda en pleno siglo XXI del valor del desarrollo científico para mejorar nuestra vida. Está claro que los científicos logran avances que hacen progresar a la humanidad y que existen disciplinas científicas de gran responsabilidad, como la medicina o la arquitectura, pero parece que todo aquello que no genera un producto no es valorado en un sistema capitalista.

El latín y el griego nos ayudan a conocer nuestra lengua, y por tanto a expresarnos y entendernos mejor, además de servirnos para crear nuevas palabras (entre ellas gran parte de los vocablos científicos en los que predomina un origen grecolatino) y desarrollar nuestra mente para aprender nuevas lenguas. 

También nos permiten conocer nuestros orígenes, pues no podemos olvidar todo el legado que nos ha dejado la Antigüedad clásica, comenzando con el alfabeto y continuando con innumerables principios de las matemáticas, la arquitectura, el arte, la filosofía o el derecho.

Por otra parte, gracias a la historia conocemos los hechos de épocas anteriores, y si no conociésemos nuestro pasado, difícilmente podríamos entender nuestro presente.

Sabemos que el estudio de las humanidades fomenta el pensamiento crítico, imprescindible en la sociedad libre y democrática en la que queremos vivir.

Incluso existen disciplinas que parecen no tener una utilidad clara y puede que ahí radique precisamente su importancia. ¿Para qué sirve el arte? Para qué si no es para hacernos humanos. La expresión artística y la percepción estética, que van ligados a sentimientos y emociones humanas son, en gran medida, lo que nos diferencia del resto de animales.

También la filosofía es necesaria para la sociedad. Todos los seres humanos nos hacemos preguntas y tenemos la capacidad de pensarlas con el fin de darles respuesta. Y a eso nos enseña la filosofía: a pensar por nosotros mismos. Además, esta disciplina complementa a la ciencia, como pasa con la ética, que establece los límites morales del avance tecnológico que tanto bien hace y tanto mal puede hacer.

Parece entonces que debemos superar esa especie de enfrentamiento entre lo científico tecnológico y lo humanístico en la que casi siempre pierde el segundo. No tiene sentido alimentar esa rivalidad que se refleja incluso entre los alumnos de ambas modalidades. Como estudiantes y como seres humanos no podemos renunciar a nada y apostamos por una formación lo más amplia posible, en la que se entienda que es tan importante conocer el cuerpo humano como ser capaces de expresar nuestros sentimientos.

La ciencia permite el desarrollo de la sociedad, pero sin humanidades no hay sociedad. No hay grupos de personas si estas no están unidas por la cultura, la música, el arte.  Cultivemos nuestra curiosidad científica, pero que eso no nos impida valorar la poesía, la literatura, la historia, el arte o la música que nos permitan apreciar la belleza que nos rodea, cultivar las pasiones y los sentimientos que dan sentido a nuestra vida y, en definitiva, humanizarnos en el más puro sentido de la palabra.

Andrea Navarro, Nicolás Martínez, Jaime Pérez y Olga Martínez II 1º BACHILLERATO CT

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