Hacia finales de la década de los 70, el Ayuntamiento de Benifaió, de conformidad con la normativa vigente, ofreció al Ministerio de Educación y Ciencia un solar para que se construyera el Instituto.

De dicho solar se extrajo la tierra vegetal, una capa superficial de más de un metro de espesor, lo que explica que el patio del actual Instituto esté un poco por debajo del nivel de las calles adyacentes.

La construcción del edificio se adjudicó, por el procedimiento de pública subasta, a una empresa que ya anteriormente había tenido algunos problemas en otras obras que se le habían adjudicado. No obstante, la empresa empezó las obras del centro y todo hacía prever que el centro estaría terminado en el plazo fijado.

A comienzos del curso 80-81, la Inspección, previendo una buena marcha de las obras y esperando que el Instituto se pusiera en marcha el curso siguiente, me propuso como posible Director y me pidió una propuesta de Junta Directiva para el nuevo centro, Junta que elaboré en conversaciones con algunos compañeros y que presenté hacia mediados de dicho curso.
A mediados de febrero del 81, como posible Director, visité las obras del centro para ver la situación en que se encontraban. Estaba hecha la estructura de hormigón del centro y se veía que el edifico estaba unos 2 metros sobre el nivel del suelo que lo circundaba, con lo que se preveía la existencia de un sótano más o menos alto. En caso de inundación por desbordamiento del barranco el edificio no se inundaría fácilmente, quedaría en alto. Es lo que dijeron. Había algunos obreros trabajando, aunque no muy contentos porque la empresa no les pagaba con asiduidad y se les debían algunas cantidades. En resumen, cobraban tarde y mal, pero no podían abandonar su trabajo en la obra porque entonces lo perdían todo…

Hacia primeros de mayo del 81, la Inspección me informó que la empresa constructora no había cumplido lo convenido, que tenía dificultades y que no era posible poner en marcha el centro el curso próximo como se preveía. Quedaba anulada la propuesta de nombramiento que se había hecho.

En el curso siguiente, el 81-82, hacia noviembre, de nuevo, la Inspección me indicó que elaborara una nueva propuesta de Junta Directiva para el Instituto por si se arreglaran las cosas en la empresa constructora y hubiese alguna posibilidad de poner en marcha el Centro. Propuse una nueva Junta Directiva, la que después puso en marcha el centro, pero las cosas no iban a ser tan fáciles como en principio se preveía…

En marzo del 82, en una reunión con la Delegada de Educación, el Inspector Jefe y el Alcalde de Benifaió se nos informó que la empresa constructora había hecho suspensión de pagos y que el edificio no estaría disponible al comienzo del curso próximo. Si la empresa no presentaba ningún recurso las obras irían bastante rápidas con otra empresa, pero si había recurso las obras se retardarían indefinidamente hasta el fallo de los tribunales.

El Ayuntamiento de Benifaió, interesado en poder disponer de un Instituto en la localidad y ante la tardanza que podía representar el no disponer del edificio, ofreció unos locales provisionales (la antigua “arrocera”) donde ubicar el centro hasta que se pudiera disponer de su propio edificio. Las autoridades educativas dieron su conformidad a dichos locales siempre condicionada a que el informe de la Inspección Educativa fuese favorable.

El informe fue favorable. El Instituto se pondría en marcha para el curso 1982-83. Hacia mayo-junio la Dirección se puso en marcha, empezó a gestarse “la criatura” y comenzó la verdadera odisea…

La orden de funcionamiento del centro salió publicada en el BOE del 24 de agosto de 1982, ya se podía legalmente poner en marcha “la criatura”.

En los locales de la Biblioteca Municipal se abrió la matrícula en el mes de julio y a pesar del escepticismo de algunos, que no se lo creían, se logró entre julio y septiembre la inscripción de un poco más de un centenar de alumnos repartidos entre los tres cursos de BUP y el COU. Lógicamente la mayoría de los alumnos eran de los cursos 1º y 2º de BUP.

Los locales provisionales ofertados por el Ayuntamiento tenían una capacidad limitada. Pero aún así no se rechazó a nadie. Recuerdo que sólo hubo una limitación temporal de inscripción de una alumna de 3º que no autoricé hasta que comprobé personalmente que en el aula asignada a dicho curso cupiera una silla más para ella.

Hacia mediados de septiembre, fue llegando el profesorado. Unos eran interinos, otros Profesores Agregados en Prácticas. Unos jóvenes, otros no tanto, pero todos con ilusión en su trabajo y con la esperanza de que el curso próximo sería distinto, pero la cosa no iba ser tan fácil…

Mientras tanto, el Ministerio de Educación, desde Madrid, independientemente de la situación de las obras en el edificio, envió toda la dotación del mobiliario del centro, lo cual vino muy bien, porque nos permitió empezar con mobiliario propio pero no dejó de ser un problema el exceso de mobiliario (era toda la dotación para un centro de 360 alumnos). No obstante, con la ayuda del Ayuntamiento y el personal que puso a nuestra disposición se logró almacenar todo lo sobrante.

En los locales provisionales se disponía de 4 aulas (una para cada curso) y otra pequeña para desdobles. Había un solo “servicio” para el centenar largo de alumnos y los 14 profesores, pero difícilmente se hacían colas… los alumnos con un sentido común extraordinario y una sensatez inaudita resolvían las situaciones y no hubo jamás un problema… Por si faltaba poco, el centro tenía dos puertas de entrada, pero una de ellas estaba vedada a los alumnos y profesores (por dicha puerta entraban las consultas a los servicios médicos del pueblo que durante un tiempo se instalaron allí provisionalmente) lo que obligaba a subir al casi un centenar de alumnos por una sola escalera, estrecha y en fila de a uno… Aún así la cosa iba bien y el centro funcionaba perfectamente..

Como no podía faltar, ese año, hubo riada en la Ribera… el Ejército voló la vía del tren en Sollana para permitir el paso de las aguas… pero el mobiliario del centro no sufrió daño alguno… algunos profesores no pudimos llegar en 1 ó 2 días a clase, pero el centro siguió funcionando… contra viento y riada…

Desde un principio el Instituto dispuso de un Seminari de Valencià, que con su trabajo y buen hacer logró, a pesar de una cierta resistencia, una normalidad lingüística y devolvió a nuestra lengua el lugar que le corresponden en la educación y cultura de nuestro pueblo. Prueba de ello es la existencia de la Línea en Valencià que funciona en el centro desde hace muchos años…

El primer año se desarrolló “normalmente” si se puede decir así, dentro de lo que cabe. Pero a mediados de curso nos informaron que la empresa constructora había presentado recurso el último día en que vencía el plazo y ello retrasaría enormemente las obras de tal forma que no podríamos contar con el nuevo edificio para el próximo curso.

Ante el previsible aumento de matrícula (se estimaban 2 grupos más de 40 alumnos) el Ayuntamiento tuvo que realizar unas obras adicionales en los locales en que estábamos y crear dos aulas más. Las obras se hicieron durante el verano y a primeros de octubre se disponía de los locales necesarios para atender a los casi doscientos alumnos que se habían matriculado.

A mediados de septiembre del 83 nos incorporamos los nuevos profesores por resolución del concurso de traslados. Todos los profesores eran nuevos excepto yo y los profesores de Religión. La mayor parte éramos profesores numerarios, pero había también algunos Profesores Agregados en Prácticas. Alrededor de una veintena en total. La cosa iba creciendo…

Mientras tanto, a nivel de la Administración, estábamos en plena época de transferencias. El Instituto de Benifaió, como el resto de los institutos de la Comunidad Valenciana había sido transferido al Gobierno de la Generalidad, pero en el caso de Benifaió nadie sabía en qué condiciones había sido transferido. A veces, hasta teníamos que informar de que existíamos como Centro y sobre todo en las condiciones que se encontraba tanto de las obras como del material. Ello hizo que la dotación de los laboratorios llegase extraordinariamente tarde. Solo se empezaron a montar las mesas a los 3 ó 4 años de haber ocupado el edificio.

A primeros del año 1984 nos informaron que se había resuelto el pleito con la constructora y que se adjudicaban la terminación de las obras a otra empresa con el compromiso de terminar el centro para octubre de ese mismo año. Toda la Comunidad Escolar sintió un gran alivio e hizo votos para que dichos augurios se hicieran realidad… Esta esperanza de mejora alivió los ánimos, templó los espíritus e hizo más llevadera una situación que podría haber derivado en conflictiva por el hacinamiento y falta de servicios. Sólo una gran dosis de optimismo y sensatez en el personal de servicios, los profesores y sobre todo en los alumnos consiguieron que el curso acabase muy bien.

El Ayuntamiento de Benifaió de nuevo suministró los medios materiales para el traslado e instalación en el nuevo edificio del Instituto a fin de poder comenzar el curso 1984-85 con toda normalidad y en su sede definitiva.

El acomodo en la nueva “casa” se hizo paulatinamente. Había más alumnos, casi trescientos, pero se tenía más espacio. El Ayuntamiento de Benifaió aportó la tierra , las máquinas y los plantas para las tres zonas de sombra y los árboles de la periferia. Se empezaron a comprar libros para dotar la biblioteca . El Ayuntamiento de Almussafes cedió un televisor y su correspondiente video.

En el transcurso de los años siguientes, el Instituto de Benifaió fue creciendo tanto en alumnado como en buenos resultados académicos demostrando en las pruebas correspondientes de Selectividad la buena calidad de la educación y formación impartida en sus aulas. Prueba de ello es que el edificio pronto se quedó pequeño para atender a toda la demanda de escolarización que tuvo. Hubo que ampliarlo, añadir aulas o pabellones, pero esa es otra historia… que corresponde contar a otros…

Llega la hora de los agradecimientos. En primer lugar al Ayuntamiento de Benifaió que con su ayuda material y moral ha hecho posible la puesta en marcha del centro y su normal continuidad. Al Ayuntamiento de Almussafes también la gratitud por su ayuda a la dotación del centro. A la Asociación de Padres que con su ayuda y orientación ha contribuido al buen funcionamiento y al bienestar de los alumnos del centro. A todos los profesores del centro con los que he compartido mi trabajo y que con su ilusión, entusiasmo y profesionalidad han sabido imbuir en los alumnos el espíritu de trabajo y concordia que caracteriza un buen centro educativo como este. A los alumnos, con quienes he coincidido en este período de mi vida, mi agradecimiento por su esfuerzo, comprensión, sensatez y buen hacer, de los cuales guardo muy buen recuerdo y que son sin duda alguna los mejores que he encontrado a lo largo de mis 35 años de vida profesional.

Mi último agradecimiento, pero no por ello menos importante, es para el Personal de Administración y Servicio (PAS) del Instituto y en especial para Angela, Pepe y Luis sin cuya dedicación, fidelidad y abnegación en el trabajo no se hubiera podido iniciar una buena puesta en marcha del centro y dar comienzo a esta singladura de la “criatura” para la que auguro y deseo una feliz travesía a en el transcurso de los tiempos… Muchas gracias a todos.

He querido dejar en esta historia más o menos aproximada (el tiempo pasa… la memoria falla…) la constancia del esfuerzo y de la laboriosidad que mostraron los pioneros de la Comunidad Educativa del Instituto con la intención de transmitir a las actuales generaciones el mensaje de quienes les precedieron en sus aulas: En esta vida, nada se consigue sin esfuerzo y el trabajo realizado con ilusión, más pronto o más tarde, al final, rinde sus frutos.

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