En su Ética a Nicómaco, Aristóteles aseguraba que la moneda «sirve como medio que hace las cosas conmensurables y las reduce así a la igualdad. Si no hubiese intercambio no habría asociación, y no puede haber intercambio sin igualdad, y no hay igualdad sin conmensurabilidad». Para el filósofo griego, por tanto, la moneda era un medio para dar valor a las cosas y para igualar mediante ese valor a productos de origen desigual.
Todos sabemos, sin embargo, que la moneda no es solo un medio, sino que se ha convertido históricamente en un valor en sí mismo, un objeto que ha provocado luchas de poder, guerras o pasiones desenfrenadas, como le sucedía al Ávaro de Molière.
Las monedas son también representaciones del poder político o religioso, mostrando las efigies de los gobernantes como medio de propaganda. Y en muchas ocasiones, además, son verdaderas obras de arte, filigranas de artesanos metalúrgicos que perduran en el tiempo.
Todas esas caras de la moneda se van a exponer en las presentes Jornadas del Museo Histórico de Aspe. En un tiempo curiosamente en el que la moneda y el papel moneda empiezan a perder terreno en el mundo digital, aunque todavía sobreviven. Habrá que ver hasta cuándo.
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