Sempre aprenent
Sempre millorant
- Un centro comprometido con la educación pública y la igualdad de oportunidades.
- Pionero en inclusión
- Confortable, accesible y acogedor
- Plurilingüe
- Marcada proyección europea
- Con metodologías innovadoras y de calidad para conseguir un alumnado excelente, competente, crítico y solidario.
El IES María Moliner se ubica en el Puerto de Sagunto (València). Estamos en un casco urbano con unas características muy especiales que le ha conferido su fundación como pueblo-factoría a principios del siglo pasado.
El aluvión de población atraída por la actividad siderúrgica que llega a este lugar procedente mayoritariamente del Bajo Aragón, Andalucía, las comarcas limítrofes en el Camp de Morvedre y del País Vasco, dota al Puerto de Sagunto de gran singularidad dentro de la Comunidad Valenciana; de hecho, puede diferenciarse de su entorno inmediato en cuanto a sus particulares aspectos lingüísticos, culturales y sociales.
El desarrollo educativo de nuestro pueblo va muy ligado a las peculiaridades de su fundación: las que le confiere su creación como pueblo factoría a principios de este siglo . Sacar un pueblo de la nada en 1903 no tuvo que ser una tarea fácil sobre todo si los criterios que primen son los meramente economicistas y giran en torno al desarrollo de la instalación fabril.
La dicha singularidad también se refleja en la evolución de la infraestructura educativa del Puerto de Sagunto. Así, hasta la década de 1960 las dos empresas fundadoras de la ciudad, “Compañía Minera de Sierra Menera” y “Compañía Siderúrgica del Mediterráneo”(junto con su continuadora, “Altos Hornos de Vizcaya”) asumen un papel paternalista y entre otras facetas potencian la creación de escuelas privadas para los hijos/se de sus productores, produciéndose así situaciones de marginación dentro de la población escolar que soluciona sus necesidades en los escasos colegios públicos que existen (Cervantes…) y en multitud de academias que van paliando las necesidades formativas de la población.
El año 1965, ante el creciente aumento de población en el núcleo de Puerto de Sagunto, se pone en funcionamiento el primer Instituto de Bachillerato de la comarca, el actual I.E.S. Camp de Morvedre; este se sitúa internúcleos y se convierte en un elemento dinamizador y aglutinador de la comarca. Por esas fechas son pocos los centros de bachillerato que funcionan a nivel del que hoy es la Comunidad Valenciana, a esto contribuyó notablemente la inversión que la mayoría de la clase obrera hace en la educación de sus hijos/as.
No obstante el municipio continua sufriendo la carencia de centros de educación secundaria de titularidad pública; incluso el establecimiento del Instituto de Formación Profesional Puerto de Sagunto en 1974 (actual I.E.S. Jorge Juan) no pudo paliar el problema.
La situación no se soluciona convenientemente hasta la creación de un segundo centro de bachillerato en 1978 en la ciudad de Sagunto: el actual I.E.S. Clot del Moro. Este instituto, con su oferta de estudios nocturnos absorbe la demanda educativa del núcleo histórico y de los municipios limítrofes.
El papel de patriarcado que la factoría ejerce en materia educativa se prolongó hasta el cierre de la cabecera de la Siderúrgica en 1984, en el que los colegios privados de la empresa, Nuestra Sra. de Begoña y María Inmaculada son también transferidos a la Consellería de Educación (actuales C.P. Begoña y C.P. Mediterráneo). Así mismo su denominada “Escuela de Aprendices” pasa a ser de titularidad pública y es convertida en el actual I.E.S. Eduardo Merello
El año 1992 se crea nuestro instituto con el nombre de IES nº3 como una fragmentación del Instituto Camp de Morvedre incorporándonos a la Reforma Educativa desde el primer momento.
El curso 2001-02 se adopta el nombre de IES María Moliner.
Durante el curso 2016-2017 hemos conmemorado el 50 cumpleaños de la publicación de su diccionario con un proyecto, los resultados del cual los tenéis al blog dedicado. Haced clic sobre la imagen superior.
María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, hija del médico rural Enrique Moliner Sanz. Dos años después su familia se traslada a Almazán (Soria) y posteriormente a Madrid. Hacia 1914 su padre fue a Argentina, desatándose de su familia; esta circunstancia probablemente determinó que su madre, Matilde Ruiz Lanaja, abandonara Madrid y volviera a tierras aragonesas (Villarreall de Huerva, primero, y Zaragoza, después) en 1915. María Moliner se convirtió entonces, siendo muy joven, en un apoyo fundamental para los suyos. En 1918 acabó el Bachiller en Zaragoza e ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras, convirtiéndose así en una de las pocas mujeres universitarias de principios de siglo. Obtuvo su licenciatura en Historia con excelente y premio extraordinario en 1921. La joven Moliner es un ejemplo paradigmático de las pioneras universitarias del siglo XX: chicas decididas a culminar una licenciatura, viven la carrera superior con profundo interés y con resultados habitualmente muy brillantes, desean ejercer un lugar profesional.
En 1922 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde trabajó hasta su jubilación en 1970. Obtuvo su primer destino en el Archivo de Simancas (Valladolid).
Después de una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. En esta ciudad conoce a D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. La pareja contrae matrimonio en 1925 e inicia una vida conyugal armónica y compenetrada, la de dos intelectuales comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que viven.
A principios de los años treinta, la familia se traslada a València – Fernando en la Facultad de Ciencias; María al Archivo de la Delegación de Hacienda–. La etapa valenciana cubre el periodo de mayor plenitud vital de María Moliner: las labores domésticas, la vida profesional, y, sobre todo, la participación en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República: prestó su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, se cuidó especialmente de la organización de las bibliotecas populares y ocupó durante la Guerra Civil la dirección de la Biblioteca Universitaria de València.
Al término de la guerra civil, el conjunto de amigos de la familia Moliner, y ellos mismos, sufren represalias políticas. Muchos de ellos se exilian. D. Fernando es suspendido de sueldo y trabajo, trasladado después a Murcia (1944-1946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946 (donde permanecerá hasta su jubilación en 1962). Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 lugares en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (que recuperará en 1958). En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1970.
En esta etapa de su vida, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras. Será entonces cuando empieza (hacia 1950) el Diccionario de uso del español. Dice uno de sus hijos que necesitaba volver a emplear sus energías. Y lo hizo sin más herramientas que unas cuartillas que, divididas en cuatro, convertía en fichas, una máquina de escribir portátil y dos atriles. María, sentada en un mueble comedor de su casa empezó a escribir las primeras palabras con sus recomendaciones de uso; el gesto lo repitió miles a veces y cada día invertía más y más horas. «En dos años acabo» decía, e invirtió en la obra más de quince hasta que en 1966 la Editorial Gredos publicó su primer tomo, sacando a la venta el segundo al año siguiente. Desde ese momento, María Moliner empezó a trabajar en su actualización, que no llegó a completar.
En 1972, fue propuesta, sin éxito, como candidata a la Real Academia Española. Sencilla y elegante, cuando la propusieron para la Academia quedó tan aturdida que exclamó: “Y, de que puedo hablar yo, en un discurso de admisión, si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?”. Posteriormente, no aceptó una nueva candidatura, porque se sentía ya enferma.
Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido en 1974 y su propia enfermedad: la arteriosclerosis cerebral que la privó de su lucidez desde 1975 hasta su defunción en enero de 1981.