Ante cualquier situación que suponga cambios significativos existen dos respuestas emocionales naturales: el miedo (por la incertidumbre y la inseguridad que supone lo desconocido) y la tristeza (por aquello que se pierde). Estas dos emociones, como otras muchas asociadas a ellas, son especialmente difíciles de tolerar, suponiendo en algunos casos vivencias traumáticas que derivan en serios problemas emocionales y conductuales. Sin embargo, es posible gestionarlas de un modo eficaz, integrándolas de modo que no sólo se puedan superar, sino que sirvan como aprendizaje significativo, como herramientas de afrontamiento ante futuras situaciones adversas. La capacidad de resiliencia implica contar con habilidades que permitan convertir los problemas en oportunidades y en posibilidades de acción. Y estas habilidades han sido definidas y estudiadas ampliamente, por lo que se pueden enseñar y aprender. Es una evidencia que cuando aprendemos contamos con más recursos, lo que aumenta la seguridad y la eficacia en nuestras intervenciones y en las de nuestro alumnado. Ahora, más que nunca, nos enfrentamos a nuevos retos y contar con las herramientas psicoeducativas adecuadas facilitarán enormemente la tarea.
Palabras clave: inclusión, emociones, conductas.