El periodo de vinculación: el inicio de una historia compartida
El periodo de vinculación en la escuela no es solo una etapa de adaptación… es el inicio de una historia compartida entre la infancia, las familias y el equipo docente. Es el momento en que se tejen los primeros lazos de confianza, esos que sostendrán el crecimiento emocional, social y cognitivo de cada persona a lo largo de su recorrido escolar.
En los primeros años, cada gesto, cada mirada y cada abrazo cuentan. Los más pequeños no llegan a la escuela con la intención de aprender contenidos académicos: llegan a buscar seguridad, afecto y pertenencia. Su principal tarea en este tiempo es descubrir que el nuevo espacio —la escuela— también puede ser un lugar donde sentirse cuidados, escuchados y comprendidos.
Respetar los ritmos individuales es fundamental. Algunas criaturas se lanzan con curiosidad desde el primer día, listas para explorar cada rincón. Otras necesitan tiempo, espacio y mucha contención para dar esos primeros pasos. Y está bien. Cada cual tiene su propio reloj emocional, y acompañarles implica saber leer sus señales, ofrecer calma cuando hay miedo y celebrar cada pequeño avance con ternura y respeto.
El apego no es un lujo, es una necesidad. La neurociencia y la educación emocional nos recuerdan que el aprendizaje significativo solo ocurre cuando la infancia se siente segura. Establecer vínculos firmes y amorosos crea la base para todo lo demás: la confianza, el juego, la curiosidad y la autonomía.
Cuando una niña o un niño se siente en confianza, el mundo se vuelve un lugar por explorar.
En palabras de Rebeca Wild:
“El aprendizaje solo puede acontecer si se realiza cuando en cada etapa de desarrollo hay relaciones de amor y respeto, en un contexto relajado, sin peligro, sin exigencias ajenas y lleno de ofertas para intenciones concretas.”
Esta reflexión nos recuerda que enseñar no es llenar de información, sino crear las condiciones para que el aprendizaje florezca. Y esas condiciones comienzan con el vínculo: con la presencia afectuosa, la mirada atenta y la disponibilidad emocional de las personas adultas que acompañamos.
💬 En esta etapa, más que enseñar, acompañamos. Más que guiar, abrazamos. Y más que corregir, comprendemos. La escuela se convierte en una extensión del hogar, donde las emociones tienen lugar, donde se valida el llanto y se celebra la sonrisa. Es un proceso que requiere paciencia, empatía y coherencia entre las familias y el equipo educativo.
Que nunca se nos olvide: el corazón de la educación está en el vínculo.
Porque antes de aprender a contar o a escribir, cada niña y cada niño necesita sentirse contado y escrito en el corazón de alguien.


