Un año más ha llegado el 8 de marzo, día en el cual se reivindican los derechos de las mujeres de todo el planeta y la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. ¿Por qué un 8 de marzo? Pues porque hace 163 años miles de trabajadoras de la industria textil salieron a las calles de Nueva York para protestar contra sus condiciones laborales y reivindicar un recorte del horario de trabajo. Además, el 25 de marzo de 1911 se incendió una fábrica de camisas en Nueva York donde fallecieron 123 mujeres y 23 hombres, la mayoría jóvenes inmigrantes de entre 14 y 23 años. Este desastre industrial, el más mortífero de la historia de la ciudad, conllevó la introducción de nuevas normas de salud y seguridad laboral en el país.
Y aquí estamos en 2020 poniendo en la agenda social y política el feminismo como arma para lograr la igualdad entre sexos. Y no es un mero capricho: en España hay más de mil mujeres asesinadas (desde 2003) por sus parejas o exparejas, en España se denuncia una violación cada cinco horas, el 70 % de los trabajos a tiempo parcial lo desempeñan mujeres, las mujeres y las niñas representan el 71 % de las víctimas de trata, y un largo etcétera de datos objetivos que demuestran la necesidad de este día. Una cosa es lo que digan las leyes, otra lo que ocurre en realidad y otra más lo que sucede en el terreno privado, donde aún manda el machismo. ¿Y por qué en el Día de la Mujer hablo de feminismo? Porque el feminismo no es una guerra de sexos, según Ana Bernal-Triviño, “es mucho más que la igualdad, es la liberación de la mujer de cualquier forma de opresión del patriarcado, además de una teoría sobre lo colectivo”.
¿Y qué papel desempeñamos los hombres en esta lucha de las mujeres? Elena Simón lo explicaba muy bien en sus ponencias cuando se le preguntaba sobre este tema. Simón comentaba la necesidad de eliminar del debate feminista dos conceptos: la tolerancia y el respeto. La tolerancia debido a su connotación negativa: cuando toleramos algo, lo aceptamos pese a no gustarnos. La palabra respeto debido a lo manida que está, tan manida que ha perdido fuerza y significado. Ella siempre hablaba sobre respeto activo. El respeto activo consiste en el interés de comprender al otro con el fin de ayudarlo a llevar a cabo sus planes de vida. En ese punto nos encontramos los hombres, apoyando, siendo agentes de igualdad en nuestro círculo cercano.
Por tanto, el feminismo es un movimiento político y social que no excluye a nadie y que busca acabar con la violencia que el patriarcado ejerce sobre las mujeres sustentada en los mandatos de género, una violencia que puede ser física, psicológica o simbólica. De ahí la importancia en, tal y como dice Celia Amorós, conceptualizar bien para politizar bien: saber diferenciar el sexo del género es uno de los principios básicos para comenzar a aprender sobre igualdad. El sexo es biología, el género es una construcción social y cultural para oprimir a la mitad de la población mundial. “El hecho de que las mujeres tengan hijos responde al sexo y el hecho de que las mujeres los críen se debe al género, una construcción cultural”, esto decía Gerda Lerner en La Creación del Patriarcado. A partir de aquí ya se puede comenzar a leer, estudiar y aprender sobre igualdad, es decir, sobre democracia y Derechos Humanos.
¡Feliz y reivindicativo 8 de marzo!