Desde la década de 1980, la población de la comarca de la Vega Baja del Segura ha experimentado un rápido e intenso proceso de envejecimiento, que si bien se manifiesta de forma desigual en el territorio, en cualquier caso, obliga a plantear cómo será el futuro de esta población de casi 400.000 habitantes vista en su conjunto.
El envejecimiento de la población se ha intensificado en algunas localidades por el impacto del turismo residencial, un movimiento migratorio que ha ubicado en algunos pueblos a cientos o miles de personas mayores de 60 años procedentes de países desarrollados de Europa, tal y como sucede en los municipios de Algorfa y Daya Nueva. En el caso concreto de Algorfa, el envejecimiento de la población ha sido tan significativo que la pirámide de población de esta localidad ha adquirido la forma de pirámide invertida. Sin embargo, en otras localidades como Almoradí, la llegada de inmigrantes procedentes de países menos desarrollados y con fuerte tradición natalista, como sucede con la población marroquí, se ha producido un cierto rejuvenecimiento de la población.
Si nos atenemos a los datos demográficos publicados por el INE, la población española presenta unas tasas muy interesantes por tratarse de datos muy extremos: el índice de fecundidad es de los más bajos del mundo (1.33 hijos/mujer, cuando el relevo generacional sólo queda garantizado con unos índices de fecundidad superiores a 2.1 hijos/por mujer) y la esperanza de vida, por el contrario y, felizmente, una de las más elevadas (82,8 años de media, 80.1 en hombres y 85.5 en mujeres, en el año 2016).
Estos datos deben ayudarnos a planificar el futuro de nuestra población y proponer soluciones para afrontar los graves problemas que se están desencadenando: elevación del gasto estatal en pensiones de jubilación; elevación del gasto farmacéutico; necesidad de más centros para la atención y cuidado integral de las personas mayores; disminución de la tasa de actividad, restricción del consumo, etc.
No cabe duda de que habrá que plantear medidas para afrontar estos problemas, pero deberá hacerse mediante políticas de gobierno eficaces y no a largo plazo, pues los problemas del envejecimiento de la población ya están consolidados. No sería eficaz dejar la iniciativa de las soluciones a las personas, consideradas éstas individualmente, pues con esta alternativa se agrandarían las desigualdades socio-económicas de la población. Es necesario, pues, una política demográfica estatal que aborde los problemas de la baja natalidad en nuestro país. La pregunta es: ¿qué política sería la más idónea y eficaz?