“Por medio de la rima hacemos que muchas mujeres griten, hablen, que sean escuchadas. Que con cada canción sientan que no están solas, que estamos vivas y que somos libres de pensamiento. Que su lucha es nuestra lucha, y que no es en vano”. Estas palabras de la rapera caraqueña Anarkía Ruiz capturan la conciencia del rap feminista en Latinoamérica. Una corriente en continuo crecimiento que trata de restablecer los conceptos de diversidad, respeto e igualdad en la cultura hip hop.
En 1979, Sylvia Robinson, una mujer negra, ayudó a colocar los cimientos de Sugarhill Records, discográfica pionera en la comercialización y expansión de la primera música rap. En ese tiempo este tipo de música aún no era muy conocido.
Diez años después, la poesía y la música habían evolucionado hasta atomizarse en decenas de nuevas direcciones, dominando la industria musical norteamericana y extendiéndose rápidamente al resto del mundo. Pero por esto, las chicas ya no estaban muy unidas como al principio.
El rap feminista restauró el valor de la lucha en común y forjó nuevas redes.
De este espíritu cooperativo surgieron iniciativas como el disco recopilatorio ‘Femcees, Flow Feminista’ (2014), financiado a través de crowdfunding y concebido como un impulso hacia un reto mayor: apoyar a “grupos y redes de mujeres feministas y defensoras de los Derechos Humanos del Estado español, Latinoamérica y el Caribe”, destinando a estas plataformas los beneficios íntegros de la obra.
Rebeca Lane (guatemala) una de las primeras rapereas
Rebeca Lane se formó como rapera desde la poesía, aceptando así el legado de una chica poeta y guerrera, desaparecida por el ejército cuando arrancaba la década de los ochenta.
Si esta saltó de la poesía al rap, la oxaqueña Mare Advertencia Lírika se introdujo con el grafiti, esta hacía rimas con diferentes estilos.
Anarkía Ruiz, esta chica ers venezolana, a parte de rapera es precursora y política en toda Latinoamerca, comenzó con tan solo 16 años, en el año 99.