Gustave Moreau (I), los inicios del pintor.

Muy pocos pintores tienen un estilo tan personal y, a la vez, son tan desconocidos como Gustave Moreau. Un artista que pintó con una visión inigualable el pasado y la fantasía. Me sorprendió la escasa información que se puede encontrar de él y de su obra en español. Los libros son escasos, las páginas web suelen repetir lo que se puede ver en Wikipedia. Por lo que este artículo tiene, en parte, el propósito de dar a conocer un poco más a este excelente pintor.

Gustave Moreau nació el 6 de abril, en el París de 1826. Desde muy joven mostró un innato talento artístico, que fue reconocido por su padre, Louis Jean Marie Moreau, arquitecto de profesión. Su precocidad se hace patente en sus primeros dibujos que datan de 1834, cuando tenia ocho años. En 1838, comenzó su educación secundaria en el internado del Collège Rollin, en el cual ganó un premio por buen dibujante. Pero, tras la muerte de su hermana Camile, decidió abandonar dicha institución y continuar la educación en su hogar, dirigida por sus padres. En su casa tenía una extensa biblioteca de obras clásicas, sobre todo de mitología grecorromana, obras que el joven Moreau leyó con especial avidez, y que le influyeron profundamente a lo largo de toda su trayectoria artística.

Durante un viaje a Italia con su familia en 1841, visitó Turín, Milán, Parma, Pisa, Florencia y Génova. En esas ciudades realizó abundantes dibujos de paisajes y monumentos que se conservan en su museo. A partir de entonces, Moreau ya tenía totalmente claro que quería ser pintor. Sus padres lo apoyaron decididamente en su vocación, e incluso mostraron sus dibujos  a varios artistas veteranos, que le alentaban a progresar.

En 1844, ingresó como alumno en un taller de pintura, bajo la tutela del pintor neoclásico François-Édouard Picot, que le ayudó a desarrollar una técnica sólida sobre la cual progresar. En 1846, consiguió ingresar en la Real Escuela de Bellas Artes de París. Pero la abandonó tras dos fracasos en obtener el premio de Roma, una beca escolar que el gobierno francés concedía a los mejores estudiantes de artes. Por esa época también conoció al pintor Pierre Puvis de Chavannes, al cual le unían muchas afinidades en cuanto a pintura y personalidad.

Autorretrato de Theodore Chassériau a los 16 años (1835)

Poco después conoció a Eugène Delacroix y se hizo amigo y aprendiz de Théodore Chassériau, antiguo discípulo de Jean-Auguste-Dominique Ingres y del propio Delacroix (ambos, pintores capitales del Neoclasicismo y el Romanticismo). Ambos le influyeron decisivamente el gusto por lo exótico, lo trágico y lo romántico en su aún temprano estilo, características que rezumarán con intensidad en sus cuadros futuros.

Retrato a lápiz de Alexandrine Dureux de Gustave Moreau

Con 25 años, conoció a Alexandrine Dureux, “mi mejor y única amiga”, en sus propias palabras, una joven que ejerció en él una gran fascinación. La retratará frecuentemente a lo largo de una ambigua, compleja y nada ortodoxa relación. Pues jamás se casaron y la información disponible sobre ella es escasísima, ya que Moreau ordenó en su testamento quemar toda la correspondencia entre ambos.

Desde 1849, Moreau comenzó a estudiar y dibujar las obras del museo del Louvre. Dos años después, se trasladó a la avenida Frochot, justo al lado de Chassériau, y pronto comenzó a interesarse por la cultura de la ciudad, visitando con frecuencia el teatro, la ópera, los salones artísticos y literarios de París. En 1852, sus padres le compraron un piso en el 14 de la calle de La Rochefoucauld, que se convertiría en su hogar, su estudio y, finalmente, en su museo. A partir de ese mismo año, comenzó a exponer sus cuadros en El Salón, junto a artistas ya consagrados como Ingres y Delacroix.

Detenernos a realizar un análisis crítico, cuadro por cuadro, me demoraría un tiempo y espacio que no tengo. Por lo que este es el estudio que yo hago de esta etapa: la primera etapa de Gustave Moreau es esencialmente irregular, no en el sentido de la calidad, sino en cuanto a estilos, temáticas e incluso técnicas. Moreau, a pesar de contar en ese momento con una corta experiencia, poseía una sólida técnica que le permitía el lujo de experimentar con bastante libertad.

El primer cuadro del que tenemos noticia es un autorretrato de 1850, pintado a la edad de 24 años, y que nos deja ver a un joven cargado de misterio y promesas, en un estilo que debe mucho al Romanticismo. Si realmente este es su primer cuadro y no hemos perdido otros anteriores (como ha sucedido con otros artistas), resulta sorprendente lo tardío de su inicio en la pintura al óleo, sobre todo teniendo en cuenta que sus coetáneos, Chassériau e Ingres, comenzaron a pintar apenas siendo unos adolescentes. Si esta tardanza fue necesaria para su excelencia, entonces bienvenida sea.

También llama la atención cómo se funden con gran elasticidad y naturalidad lo romántico y  lo neoclásico en la mayoría de sus obras, muestra de su dominio y seguridad. Mientras que en algunos cuadros hay un gran trabajo en la línea, los cuerpos, la distribución de los personajes, el uso de la perspectiva, la serenidad y armonía que transmiten, características claras del Neoclasicismo; otros son de colores más cálidos, llenos de movimiento, acción dramática, caos, profundo detallismo, un estilo más romántico, todo ello sin renunciar al buen uso de la forma o el espacio. Si hay algo que tengan en común todas sus pinturas, es el rechazo directo al Realismo, movimiento pictórico de moda en esa época que dejaba de lado las emociones, lo trágico y el exotismo para centrarse en una visión naturalista y pesimista de la realidad.

Hay cosas que merecen la pena reseñar con detalle, la primera es su cuadro Dos modernas amazonas, nos muestra los tempranos inicios del pintor en la práctica de la acuarela, que en la época de Moreau era notablemente infravalorada.  Él será quien la revolucionará y elevará a su máximo exponente. La segunda es su cuadro Un jinete escocés, obra que parece anticipar audazmente el aún lejano impresionismo, por su interés en la iluminación y las figuras apenas detalladas. La tercera es el cuadro Pietá, revolucionario en cuanto al tratamiento del tema por parte de Moreau, alejado totalmente de la tradición pictórica, al situar a Jesús y a María en un ambiente totalmente tétrico y deshumanizado, sin la cruz, en un campo yermo, desolado, casi infernal, como si ya no hubiera esperanza para el mundo y la humanidad tras la muerte de Cristo.

Hay muchas influencias ajenas en estos cuadros, pero también se pueden apreciar algunos balbuceos maduros del pintor. Lo más notable de todo es la continua referencia a la antigüedad en sus cuadros; las civilizaciones antiguas (sobre todo la griega), un gran interés por la mitología grecorromana, la enorme y obsesiva riqueza en los detalles, un gusto por la temática, cuanto menos, heterodoxa y la transformación subversiva de tópicos artísticos e históricos, motivo por el que corrieron algunos rumores de ser un artista excéntrico. Pero sobre todo, la visión inquebrantablemente subjetiva del pintor.

Sobre esta excelente base, se inició la pintura de Gustave Moreau, de unas características inimitables y una calidad difícilmente igualable. Pero pronto, comenzó para él una etapa de profunda crisis personal que se vería reflejada en su pintura y que encaminaría al artista hacia su plena madurez como creador.

Pero esto es ya tema de otro artículo.

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