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AGUA

 

            El agua es el compuesto químico más abundante en los seres vivos, y aunque en un tiempo se pensó que era una sustancia simple, se puede demostrar fácilmente que en realidad no lo es, ya que es posible descomponerla mediante electrolisis en dos volúmenes de H2 por uno de O2, de ahí la conocida fórmula H2O.

           

            Es una sustancia estable y por tanto abundante en el Universo donde el H generado tras el Big Bang tiende a reaccionar con el O formado en las Gigantes Rojas. En la Tierra no es especialmente abundante pero debido a su baja densidad (1 g/cm3) se sitúa en la zona superficial del planeta, donde la energía solar crea las condiciones necesarias para que se mueva y reaccione incesantemente, modelando el relieve y posibilitando el desarrollo y evolución de los seres vivos.

 

            Según se cree una buena parte del agua terrestre proviene del Sistema Solar Exterior gracias a los cometas que nos han impactado repetidamente a lo largo de toda nuestra Historia Geológica. También se ha demostrado presencia de agua en algunos meteoritos como las condritas que a buen seguro han sido una fuente importante de agua para el planeta.

 

            Su enorme importancia para la vida queda especialmente de manifiesto en los oasis, presentes allá donde alguna fuente de agua hace florecer la vida en medio del más desolado desierto.

 

            El agua presenta, para nuestra fortuna, unas propiedades inusuales si la comparamos con otros compuestos de fórmula parecida. Así tiene puntos de fusión y evaporación anormalmente altos y que permiten la coexistencia en nuestro planeta de sus tres estados y en especial el líquido que es esencial para toda actividad vital.

 

            Su calor específico y su calor de vaporización elevados permiten estabilizar la temperatura e incluso la refrigeración de los organismos vivos o de los ecosistemas. También la menor densidad del hielo y su baja conductividad térmica permiten crear una capa aislante que protege la vida en el interior lagos o mares de zonas muy frías.

 

            Por su alta constante dieléctrica, el agua dificulta la atracción de las cargas eléctricas en su seno y consigue la rotura de los enlaces iónicos y la disolución de la mayoría de sales y sustancias orgánicas. Permitiendo así que las distintas biomoléculas puedan interactuar y reaccionar en un escenario acuoso común, donde gracias a las precisas instrucciones contenidas en el material genético de las células, las moléculas se transforman de forma controlada para construir y mantener la vida.

 

            Y todo ello es consecuencia de la particular construcción de la molécula de agua, en la que un O y dos H comparten los electrones desapareados de su capa externa formando dos enlaces covalentes con un ángulo de 104,5º entre ellos, resultando una molécula muy estable y eléctricamente neutra pero con un marcado carácter polar debido al desplazamiento preferente de los electrones de enlace hacia el O, que es más electronegativo, quedando junto al H una zona parcialmente desprovista de electrones donde predomina la carga positiva de su núcleo.

 

            Gracias a estos polos eléctricos las moléculas de agua se atraen y se unen entre si y con otras moléculas polares mediante puentes de H, lo que explica su comportamiento físico-químico anómalo y tan conveniente para la vida.

 

            Como bien dice la sabiduría popular “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.

 

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