PEDRO IBARRA RUIZ
Pedro Ibarra Ruiz nació en Elche el 10 de abril de 1858, en el seno de una familia acomodada dedicada al comercio.
En esa época, nuestra ciudad era muy distinta a la que conocemos en la actualidad. Según el censo de 1857, apenas llegaba a los 19000 habitantes, y era un pueblo de casas de planta baja, entre las que destacaba la silueta del campanario de Santa María o las del palacio de Altamira y la Calahorra.
La villa, pues ese era el título que entonces tenía, estaba prácticamente limitada a lo que había sido en época medieval la Vila Murada y el Raval, y solo se extendía hacia el margen derecho del Vinalopó, por el arrabal de Santa Teresa.
Rodeada por grandes bosques de palmeras, tenía el aspecto de lugar oriental que tan bien han descrito los viajeros europeos que visitaron España en el siglo XIX.
La vida de Pedro Ibarra es paralela a los cambios políticos que se desarrollaron en nuestro país desde finales del siglo XIX hasta el primer tercio del XX, desde el reinado de Isabel II hasta la Segunda República, a lo largo de los que se fue implantando el sistema liberal democrático.
Los acontecimientos que supusieron la crisis progresiva del sistema de Restauración, fueron seguidos de cerca por Pedro Ibarra, en parte debido a su formación intelectual y sobre todo a la influencia que ejerció en él su admirado hermano mayor Aureliano, que había sido fundador del partido demócrata de Elche.
La vocación inicial de D. Pedro Ibarra se dirigió hacia la carrera artística. Realizó estudios en la Academia de San Carlos en Valencia y en la escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde se especializó en trabajo industrial del bronce, en encuadernaciones y en cartografía.
Aunque se le conoce sobre todo por su labor de archivero e historiador, Pedro Ibarra nunca abandonó su faceta de artista, y, debido a los conocimientos adquiridos en su primera época, fue autor de diseños y dibujos, como por ejemplo el de un manto y corona de la Virgen de la Asunción.
En el Ayuntamiento de Elche se conservan cuadros de Pedro Ibarra y se puede comprobar que se trataba de un experimentado pintor que dominaba la técnica del dibujo y del óleo. Realizó asimismo caricaturas de personajes ilicitanos de la segunda mitad del siglo XIX.
D. Pedro tuvo también durante un tiempo una academia, donde jóvenes ilicitanos aprenderían nociones de dibujo y pintura.
Pero Pedro Ibarra pronto abandonó su primera vocación de pintor y artista, influido por el consejo y ejemplo de su hermano Aureliano Ibarra Manzoni.
Aureliano, archivero del ayuntamiento e historiador local, había escrito un libro sobre la historia antigua de Elche denominado Íllici, su situación y antigüedades, donde demostraba que la Íllici que aparece en los textos antiguos, se situaba en el lugar del yacimiento de la Alcudia.
Aureliano quería completar la historia de Elche incluyendo también la Edad Media y la Edad Moderna, basándose en los documentos del archivo municipal, que no podía transcribir, pues no tenía los conocimientos de paleografía necesarios, y por eso recomendó a Pedro que realizase la carrera de Paleografía y Diplomática en Madrid.
En 1890, cuando D Pedro se hallaba realizando los estudios de archivero, murió Aureliano, lo que todavía le motivó más para terminar la nueva carrera emprendida.
Finalmente, en 1891, consiguió el título de Archivero, Bibliotecario y Anticuario en la Escuela Superior de Diplomática de Madri y, algún tiempo después, ganó la plaza en el Museo de Cádiz.
D Pedro Ibarra no ocupó la plaza; volvió a Elche, renunciando a lo que podría haber sido otro futuro diferente, para dedicarse totalmente a ser el recuperador de la memoria histórica de su ciudad.
Empezó entonces su labor gigantesca de recopilador del patrimonio histórico ilicitano: todas las cosas que sirven para recordar el pasado, todo lo que en historia se conoce como documentos, ya sean estos arqueológicos, gráficos o escritos: textos, libros, fotografías, carteles, folletos, programas de festejos, etc, fueron recogidos por D Pedro Ibarra.
Su labor más importante es la que realizó en el Archivo municipal, donde resumió en siete tomos escritos a mano, los acuerdos del Cabildo de Elche desde 1370 hasta 1923, catalogándolos perfectamente con un índice de materias como si se tratase de una enciclopedia. De esta manera, cualquier historiador que quiera investigar algún aspecto de la historia de Elche desde el siglo XIV hasta el siglo XX, puede consultar los resúmenes de D Pedro Ibarra, sin tener que perderse en la lectura de los textos antiguos, salvo cuando quiera conocer de primera mano el documento original.
Su trabajo siempre estuvo guiado por el profundo amor a su pueblo y a sus tradiciones; siempre se sintió atraído y preocupado por los temas que identifican a nuestra ciudad, como la conservación de los huertos de palmeras, El Misteri y la Dama de Elche, a los que dedicó estudios e innumerables artículos de prensa:
En la Biblioteca municipal se pueden leer muchos de estos artículos escritos en periódicos locales que hoy en día nos sorprenden por su abundancia si pensamos que Elche era una pequeña ciudad de poco más de 25000 habitantes.
Citamos entre otros: El Pueblo de Elche, La semana, Heraldo de Elche, La Libertad, El Papagayo; La Nueva Íllice, Levante, El ilicitano.
Desde ellos realizó campañas para salvar de su desaparición los huertos de palmeras. También se le debe el reconocimiento y fama a nivel nacional e internacional del Misteri.
En cuanto al tema de la Dama de Elche, se puede decir que todo el complejo proceso que siguió al hallazgo de la famosa pieza ibérica y su posterior venta al Museo del Louvre, fue seguido muy de cerca, aunque infructuosamente, por D. Pedro.
En agosto de 1897, se produjo el descubrimiento casual de la Dama. A pesar de los esfuerzos de Pedro Ibarra, no se pudo evitar que finalmente el doctor Manuel Campello, el dueño del terreno donde se encontró la escultura, vendiera, por cinco mil pesetas de entonces, al museo del Louvre de París.
D. Pedro Ibarra, que no tuvo hijos que pudieran haber heredado su importante legado, vivía con su mujer en la calle que hoy lleva su nombre y allí fue acumulando toda la colección de antigüedades que recogió a lo largo de toda su vida.
En su casa se hallaba enclavado un museo que contenía una importante colección de monedas antiguas, cerámicas, de abanicos, cajas de cerillas, carteles anunciadores de las fiestas de agosto, de teatro, de cine, de toros. También reunió D. Pedro una importante biblioteca con innumerables documentos originales que había ido adquiriendo a lo largo de su vida de investigador.
D. Pedro Ibarra murió en 1934, dos años antes de que estallase la guerra civil. Años más tarde, tras la muerte de su viuda, el ayuntamiento ilicitano adquirió el museo, pasando los documentos gráficos y escritos al archivo municipal y las colecciones arqueológicas a los fondos del museo arqueológico.
Después de años de olvido, la ciudad volvió a recordarle en 1978, cuando en ocasión del ciento veinte aniversario de su nacimiento, diversas instituciones ilicitanas decidieron rendir un homenaje al ilustre historiador, dedicándole la edición de un número extraordinario de la revista Festa d’ Elig.