Contaminación y Medio Ambiente
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La contaminación atmosférica es la presencia en el aire de agentes químicos, físicos o de formas de energía que ocasionan directa o indirectamente reacciones nocivas, imprevisibles o incontrolables en el medio ambiente, impactando negativamente en los ecosistemas de seres vivos y en la calidad de la vida tal y como la conocemos.
La contaminación de la atmósfera es en muchos casos invisible, pero apreciable a través de olores desagradables, sensaciones urticantes o irritación en los ojos y las mucosas o la piel, aunque en algunos casos puede ser perceptible a simple vista (humos, partículas suspendidas en el aire, nubes de color inusual, etc.).
Se trata de un fenómeno en auge desde la explosión industrial iniciada en el siglo XVIII, agravado con el paso del tiempo a medida que el hombre vierte más y más elementos químicos nocivos en el aire, a punto tal de que en muchas ciudades humanas existen días de alerta ambiental por contaminación y los ciudadanos deben tomar medidas para protegerse.
De acuerdo a su proceso de inserción en la atmósfera, se pueden identificar dos formas de contaminantes de la misma:
- Primarios. Aquellos contaminantes que son expulsados directamente a la atmósfera.
- Secundarios. Aquellas sustancias no contaminantes por sí, pero que una vez en la atmósfera reaccionan químicamente con otras (contaminantes primarios o sustancias naturales) y forman compuestos nocivos.
Existen dos formas de contaminantes principales de la atmósfera, a saber:
- Gases. Los distintos contaminantes en forma gaseosa o de vapor, ascienden a la atmósfera al ser menos densos que el aire y una vez allí ejercen un efecto nocivo. El dióxido de carbono, el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno y los gases resultantes de la quema de hidrocarburos (combustibles fósiles como la gasolina, el gasoil, el carbón, etc.) son un buen ejemplo de ello.
- Aerosoles. Se llama aerosoles a las mezclas heterogéneas de partículas sólidas o líquidas que permanecen en suspensión en un gas, tal y como el aire de la atmósfera. Muchas de ellas pueden verse, como una forma de humo, y otras son tan diminutas que pasan desapercibidas. Estas formas de polvo o líquido pueden aspirarse e ira a dar al interior del cuerpo, incluso pudiendo llegar al torrente sanguíneo.
La lista de los principales gases contaminantes conocidos es larga, pero destacan los siguientes:
- Clorofluorocarburos (CFC). Gases empleados en la industria de la refrigeración y climatización, suelen liberarse a la atmósfera cuando se desechan o rompen los aparatos viejos, y solían ser parte de la mayoría de los sistemas de spray o aerosol. Son particularmente dañinos para la capa de ozono.
- Monóxido de carbono (CO). Producido durante las formas de combustión incompleta, como la que se lleva a cabo en los motores de combustión de hidrocarburos y combustibles fósiles (gasolina, gasoil, derivados del petróleo). Es sumamente peligroso para la vida animal, ya que al ingresar al torrente sanguíneo se fija a la hemoglobina e impide el transporte de oxígeno, ocasionando así la muerte.
- Dióxido de carbono (CO2). Una sustancia de natural presencia en el mundo, necesaria para la fotosíntesis y producto de la respiración, así como de la descomposición de la materia orgánica. La tala forestal y la subproducción de este gas en procesos industriales o de combustión han incrementado sus niveles, conduciendo al calentamiento global.
- Monóxido de nitrógeno (NO). Gas incoloro e insoluble en agua, subproducido industrialmente y ventilado a la atmósfera, en donde suele oxidarse rápidamente y dar pie a la formación de ácido nítrico (lluvia ácida) y contribuyendo al efecto invernadero.
- Dióxido de azufre (SO2). Similar al caso anterior, este gas se produce durante la combustión del carbón con contenido de azufre y va a dar a la atmósfera, en donde genera ácido sulfúrico altamente dañino para la vida vegetal y animal.
- Metano (CH4). Gas hidrocarburo resultante de la descomposición de la materia orgánica en ausencia de oxígeno, como en las ciénagas o en los yacimientos minerales del subsuelo, es uno de los principales gases causantes del efecto invernadero y el calentamiento global.
Otros contaminantes atmosféricos tienen su origen en fenómenos no vinculados con el ser humano, como pueden ser volcanes (que arrojan ceniza a la atmósfera), los incendios forestales en época de sequía (que llenan el aire de gases de combustión de materia orgánica), el metano producto de la descomposición de grandes superficies de materia orgánica (como los pantanos, etc.).
Las Partículas Finas en suspensión también es otro contaminante producido por el polvo africano, el aerosol marino, la materia mineral natural del suelo o las emisiones forestales.
Los principales efectos de la contaminación atmosférica que conocemos son:
- Empobrecimiento del aire. La mala calidad del aire respirable se traduce en un incremento de las enfermedades respiratorias, debilitamiento del sistema inmunológico y posibles complicaciones derivadas de la presencia de metales pesados o sustancias nocivas en el aire de las ciudades.
- Efecto invernadero. El calentamiento global es un fenómeno debatido y preocupante que ocasiona cambios climáticos como consecuencia del calentamiento paulatino de la Tierra. Este fenómeno se tribuye a la presencia de gases contaminantes en la atmósfera, que retienen el calor haciendo las veces de un invernadero planetario.
- Destrucción de la capa de ozono. La capa de ozono es una parte natural de la atmósfera, cuya altísima presencia de este gas (O3) blinda a la tierra del impacto directo de los rayos solares, protegiendo así a los seres vivos de la radiación y preservando estable la temperatura global. Muchos gases contaminantes reaccionan con el oxígeno e impiden la formación de la inestable molécula de ozono, abriendo un agujero en la capa y dejando pasar la radiación solar sin filtro.
Cuando los NOx y el dióxido de azufre (SO2) reaccionan con el oxígeno de la atmósfera y se disuelven en el agua de lluvia, forman ácidos sulfúrico y nítrico. El viento puede llevar estos corrosivos elementos a miles de kilómetros antes de precipitarse en forma de lluvia, rocío, granizo, nieve o niebla, e incluso en forma de gases. Es la «lluvia ácida« cuando estos gases (NOx y SO2) se disuelven con el agua de lluvia, formando los ácidos sulfúrico y nítrico.
Este fenómeno causa diversos daños en el medio ambiente y los seres humanos. El agua se vuelve más ácida y puede provocar la desaparición de la vida animal y vegetal de lagos, canales y ríos, afectar a los árboles y a la fertilidad del suelo, o el declive de la biodiversidad por fenómenos como la eutrofización. Los contaminantes que causan la acidificación como el exceso de nitrógeno en el agua, provoca la alteración del ecosistema ya que sirve de nutriente para un crecimiento rápido de algas y otras plantas verdes. Este fenómeno, conocido como eutrofización, conduce a un empobrecimiento en oxígeno de ríos y mares, provocando un declive de la biodiversidad.
Por otra parte, los óxidos de nitrógeno también pueden reaccionar con diversos compuestos orgánicos volátiles, en mayor medida en lugares soleados, formando ozono troposférico, un gas nocivo para el medio ambiente y la salud.
Diversas especies de peces, líquenes, musgos y hongos, algunos esenciales para la masa forestal, y los organismos acuáticos pequeños son los más afectados. La disminución de la presencia arbórea aumenta además la posibilidad de avalanchas y corrimientos de tierra, poniendo en peligro las poblaciones cercanas.
El proceso de acidificación también puede reducir la fertilidad de los suelos y liberar metales que pueden dañar a los microorganismos de la tierra, así como a pájaros y mamíferos superiores de la cadena alimenticia, e incluso al ser humano.
Las emisiones de SO2 y NOx también atacan a edificios antiguos y nuevos, en especial de caliza y piedra arenisca.
Sin embargo, la lluvia ácida puede tener también un efecto positivo. Investigadores de la Open University de Inglaterra sugerían en un estudio que el SO2 reduce el gas metano (CH4), lo que contribuiría a disminuir el efecto invernadero.
El esmog (adaptación fonética del acrónimo smog, que deriva de las palabras inglesas smoke ‘humo’ y fog ‘niebla’ es una nube baja formada de dióxido de carbono, hollines, humos y polvo en suspensión que se forma sobre las grandes ciudades o núcleos industriales.
La «boina» de contaminación ha destacado un problema que perjudica a diario al medio ambiente y la salud de todos los españoles. Y es que, como señalan diversos estudios y organizaciones, la calidad sobre el medio ambiente y la muerte prematura de miles de ciudadanos. Los coches, en especial los diésel, son uno de los principales causantes de la contaminación del aire urbano. Los tubos de escape son la parte más letal de los vehículos.
El culpable es un gas de la familia de los óxidos de nitrógeno (NOx), el dióxido de nitrógeno (NO2). La normativa ambiental señala unos topes que no se deben superar más de 18 horas al año. Sin embargo, las estaciones de control de algunas zonas de Madrid ya han rebasado los límites anuales a estas alturas de febrero. En otras ciudades, como Barcelona o Valencia, también se han registrado valores elevados.
El origen de este gas puede ser natural (descomposición bacteriana de nitratos orgánicos, combustión vegetal o actividad volcánica), pero el problema en las ciudades lo ha causado el tubo de escape de los vehículos, sobre todo diésel. Tampoco hay que olvidar la combustión del carbón, petróleo o gas natural, el uso de fertilizantes, los residuos de origen humano y animal, y diversos procesos industriales como otra fuente importante de NOx.
La contaminación atmosférica implica numerosos riesgos a la vida, como son:
- Cáncer. Muchas sustancias contaminantes, como los metales pesados, son altamente tóxicas y cancerígenas.
- Problemas respiratorios. Sobre todo en personas asmáticas, pero también puede conducir al deterioro de las paredes pulmonares y a la insuficiencia respiratoria crónica, semejante a la de los fumadores.
- Irritación de las mucosas. En los ojos, la nariz, la garganta.
- Cefaleas y aumento de la presión. Los dolores de cabeza son frecuentes en personas que habitan lugares muy contaminados y las dificultades respiratorias pueden conducir a síntomas cardíacos como la hipertensión.
Los peores contaminantes, según el informe de la Comisión Europea «Estrategia temática sobre la contaminación atmosférica», son el citado ozono troposférico y las partículas contaminantes finas (PM).
Las PM se dividen en dos grandes grupos. Las PM10 miden entre 2,5 y 10 micrómetros (son entre 25 y 100 veces más delgadas que un cabello humano), mientras que las PM2,5 son inferiores a 2,5 micrómetros. Las más nocivas son las más pequeñas, ya que permanecen en el aire más tiempo, viajan más lejos y pueden afectar a más partes internas del organismo.
En España, el tráfico rodado provoca entre un 40% y un 60% de la polución por partículas en suspensión en las ciudades, según un estudio del Ministerio de Medio Ambiente y del CSIC. Pero no es el único foco emisor. Las actividades industriales, la agricultura o las calefacciones domésticas también son culpables. En menor proporción, algunos causantes son naturales, como el polvo africano, el aerosol marino, la materia mineral natural del suelo o las emisiones forestales.
En el caso de España, la situación es peor, sobre todo en las ciudades mediterráneas, según el investigador del CSIC Xavier Querol. Factores como la intensidad del viento y de la radiación solar, la escasez de lluvias, el diseño de las ciudades (edificios altos y calles estrechas) o la falta de vegetación y zonas verdes, acumula estos contaminantes.
Los efectos sobre los ciudadanos son muy diversos. Una vez inhaladas, pueden incrementar la tasa de mortalidad por enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cancerígenas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En altas concentraciones se relacionan con el aumento de nacimientos prematuros y la mortalidad infantil, los casos de asma, neumonía, bronquitis y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, así como los ingresos hospitalarios y las visitas a urgencias por exacerbaciones de enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Se estima que las partículas finas, junto con el ozono troposférico, son responsables de la muerte prematura de unas 370.000 personas en la UE cada año.
Los ciudadanos no están a salvo en el interior de sus hogares, sino más bien al contrario. Un artículo publicado en 2009 en la revista ‘Environmental Health Perspectives’ señalaba un aumento de los niveles de partículas contaminantes en interiores y la gravedad de los síntomas de asma entre los niños. Los responsables del estudio, un equipo de la Universidad Johns Hopkins, indicaban que en muchos casos el nivel de estas partículas finas era dos veces superior al aceptado por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) para la contaminación al aire libre.
Existen formas de mitigar el impacto atmosférico de la sociedad industrializada, como el uso de convertidores catalíticos y otros aditamentos enzimáticos que reducen la expulsión de gases nocivos al medio ambiente, sobre todo para los escapes de los automóviles y para las colmenas de las fábricas.
Los filtros de aire y los procesos de recirculación del aire y de desulfuración del gas o del carbón son también mecanismos propicios para proteger el aire del planeta. Lo mismo la prohibición de los aerosoles o sprays con CFC, hoy en día casi total, empleando CO2 en su lugar.
La lluvia ácida es un problema que puede solucionarse por medio de varias medidas:
· Utilización de técnicas de neutralización de la acidez de las aguas, como el agregado de sustancias que actúen de base o la ubicación de filtros. No obstante, se trata de técnicas caras que sólo pueden servir para solucionar el problema a corto plazo.
· Disminución de la emisión de los gases nocivos. En definitiva, se trataría de cortar el problema de raíz, reduciendo el uso del petróleo, el gas y el carbón y apostando por las energías renovables en la industria y el transporte.
· Mejora de las tecnologías. El uso más eficiente y racional de la energía, así como la aplicación de mejores sistemas de limpieza de los gases desprendidos, contribuiría también a reducir el problema.
La protección del aire es una prioridad medioambiental en los países desarrollados, cuyo estado de bienestar permite legislar al respecto y ser más estrictos con su normativa «verde». La UE ha anunciado desde 2001 su intención de regular la emisión de gases nocivos en sus países miembros, a través de una serie de leyes, sanciones y supervisiones.
Además, el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático, promulgado por la ONU, que firman casi todos los países del mundo excepto Canadá y los EE.UU, compromete a la dirigencia mundial a reducir la emisión de estos contaminantes atmosféricos en las décadas venideras.
Las Etiquetas de energía: las A plus desaparecen
Las clases A+, A++ y A+++ desaparecerán de las nuevas etiquetas de eficiencia energética de la UE para simplificar su lectura
El Parlamento Europeo ha aprobado el nuevo etiquetado energético para que los consumidores puedan escoger los aparatos más eficientes y reducir su gasto eléctrico. Una de sus principales novedades es que las clases A+, A++ y A+++ desaparecerán y se utilizará un sistema de la A (la más eficiente) a la G (la más derrochadora).
Los electrodomésticos deberán llevar las etiquetas adheridas de forma visible y se podrán obtener más detalles en Internet, como mediante códigos QR para comparar distintos aparatos. La Comisión Europea (CE) publicará una base de datos online con los productos del mercado y su eficiencia.
La etiqueta energética se estableció en 1995 para que los ciudadanos conocieran de un vistazo, gracias a una clasificación de letras y colores, la eficiencia de los electrodomésticos. Tras más de dos décadas, los avances tecnológicos han aumentado la eficiencia de estos aparatos de forma que han hecho necesaria una nueva clasificación. Según los responsables de la CE, tener los mejores resultados en las categorías de la A + a la A +++ «era engañoso y ocultaba posibles diferencias sustanciales en el rendimiento energético».