El término municipal de Sollana está encuadrado dentro de la planicie que se extiende desde los contrafuertes de las lomas de Espioca, Almaguer y Alginet hasta el lago de la Albufera: la geología y la geografía coinciden al afirmar que, en tiempos remotos, gran parte de la misma estaría cubierta por las aguas del mar Mediterráneo; según el catedrático Eduard Boscà Casanovas, el saco del golfo de Valencia llegaba algunos kilómetros tierra adentro del actual borde del mar, donde desembocaría directamente el Júcar, su actual afluente el Magro y los barrancos, entre ellos el de Catarroja, que ahora lo hace directamente a la Albufera, y atribuía la formación de este lago a la desembocadura del Júcar.
Arreciando la misma teoría, Nicolau Primitiu afirmaba que esta inmensa planicie se formó al ir llenándose la Albufera y sus marismas con los desgastes de las montañas y las altas llanuras por el arrastre del río a lo largo del tiempo, reduciéndose cada vez más la extensión ocupada por las aguas, puesto que al menos algún brazo del Júcar discurría por el término y, una vez desviado todo el curso del río hacia Cullera, el solar de Sollana se completó con los sedimentos de los dos barrancos que lo encarcelan: el barranco del Tramusser y el barranco de los Algadins.
Hay la hipótesis que por la parte septentrional del término se introducía la Vía Augusta procedente de los Pirineos hacia Valencia, que aquí atravesaba el Júcar y se desdoblaba en dos vías más: una principal que llegaba a la Bética por Saetabis, y otra secundaria que llegaba por la costa a Dianium.