ERASMUS EN MAINZ, ALEMANIA (9-15 DE DICIEMBRE DE 2018)

por Carlos Alb. Carlos Guerrero 

– Entonces, ¿llegamos tarde? Pregunta una de las chicas. – Pero sólo cinco minutos, contesta Pilar, la profesora. -!Somos españoles! ¿no?, les apunto. – ¡Empezamos bien!, comentamos irónicamente y entre risas. 

La delegación alemana nos espera en el hotel de los profesores. Una profesora alemana y las “host families” con las que se quedarán las chicas durante toda semana esperan para darnos la bienvenida. A pesar de arrastrar las maletas avanzamos a paso ligero. La lluvia está empezando a calarnos más de lo que parecía hace un rato. 

– ¿No estáis nerviosas? pregunta Paula. – ¡Yo sí! Coinciden las demás. Unos segundos después ya podemos ver, a través de la puerta de cristal del Best Western Hotel, las figuras de las familias, tal vez impacientes (ya sabéis que los alemanes tienen fama de estrictos y muy puntuales). Pueden ser entre quince y veinte personas. 

– ¡Mira, mira, están todos ahí!, ¿Qué hay que hacer, les damos dos besos, les damos la mano …? susurra alguien. – Pues tengo entendido que esta gente no es muy dada a dar besos, les digo. – ¿Entonces la mano? ¡Que hay que entrar ya! – Pues vosotras lo que os salga, concluye Pilar, que parece la única que no está nerviosa. 

En cuanto entramos en el hall del hotel dejamos de sentir el frío. El ambiente en el interior es confortable. Cada “host” está acompañado por sus padres. También por algún hermano o hermana. Yvonne, la profesora alemana, se acerca a Pilar y a mí y nos ofrece la mano. Es muy joven, no tendrá los treinta aún. Nos saluda y nos pregunta en inglés acerca del viaje. Las familias alemanas no se mueven. Mantienen la formación, de pie, a unos cinco metros de nuestras chicas. Las miro de reojo mientras conversamos con la alemana acerca del trayecto. El momento es algo tenso. Nadie sabe muy bien cómo proceder. Y son las españolas, la valiente Paula Navarro la primera, quienes dan un paso adelante, figurada y literalmente, con los brazos abiertos, ¡es lo que les ha nacido! El abrazo es correspondido por las chicas alemanas. ¡Qué momentazo! pienso emocionado. Vaya, ¡tenía que haber hecho una foto! ¿Dónde he metido el móvil? Al cabo de un rato, las cinco chicas estudiantes del IES Carrús de Elche se marchan sonrientes e ilusionadas, acompañadas por sus “hosts”, hacia la que será su casa a lo largo de estos siete días. – “Come on, be a gentleman” oigo que le dice su madre a uno de los chicos. El caballero alemán no duda en coger la maleta. 

Así comenzaba nuestra semana Erasmus. Una semana fantástica, inolvidable para todos los participantes en el encuentro. Era diciembre de 2018 y estábamos en Mainz, una ciudad del suroeste de Alemania, fundada por los romanos, que combina magistralmente lo antiguo con lo moderno y que es atravesada por el majestuoso Rin. 

Cada uno de los países participantes estaba representado por cinco alumnos. Los daneses, franceses y austriacos habían llegado en tren. Nosotros, en avión. 

Se trataba el nuestro de un Erasmus + ka2, una modalidad que consiste en la realización de varios encuentros internacionales, uno en cada país. Y será en mayo de 2020 cuando tendrá lugar en Elche. El “topic” sobre el que giraba el proyecto era “Future food”, la comida del futuro. 

Los profesores alemanes habían estado semanas preparando las actividades. No sólo estaba todo meticulosamente bien organizado, sino que tanto los talleres como las excursiones eran una pasada en todos los sentidos. Hubo momentos de preparación de artículos escritos, elaboración de materiales, búsquedas de información, lluvias de ideas y participación en debates, lo cual conllevaba trabajo y esfuerzo. Otros simplemente de diversión. Pero la mayoría fueron momentos de todo junto: trabajo, esfuerzo y diversión. Además, la predisposición de todos los estudiantes fue inmejorable. Gente encantadora, vaya que sí. Chicos y chicas con una preparación y una educación que desde luego les auguraban un futuro prometedor. Entre ellos nuestra genial Elisa Aranda, cuyos valores humanos la convirtieron pronto en una de las chicas más apreciadas por todos. 

Se había habilitado un aula grande para celebrar estas reuniones. Las mesas eran redondas, con la idea de favorecer el trabajo cooperativo y el intercambio de impresiones. El primer día cada grupo hizo una presentación en PowerPoint sobre su ciudad y su centro educativo. ¡Sobresaliente todas las nuestras! Es Ángela Esteban la que comienza, con un inglés magistral, nuestra exposición. Imaginaros la sala con las banderas de cada país colocadas en las paredes y nuestras chicas mostrando y comentando, todo en inglés, las imágenes del palmeral, el Misteri, nuestras playas ¡y del Carrús!: el patio, sus aulas, las escaleras de la entrada, el laboratorio o la cantina. 

Los días solían empezar en el instituto. Se proponían una tareas que los alumnos abordaban en grupos de diferentes nacionalidades y les servían para preparar las salidas vespertinas o del siguiente día. Cabe destacar la visita a la sede de BASF, en Ludwigshafen, centro puntero en la producción e investigación química. También la excursión a Südzucker, donde pudimos ver de primera mano cómo de la remolacha se obtiene el azúcar refinado que consumimos. Durante la comida de ese día, en la planta de azúcar, las chicas del Carrús se sentaron juntas en la mesa. Ya os podéis imaginar que no era difícil saber dónde estaban las españolas. Las bromas y las carcajadas se escuchaban en toda la sala. Paula Guerrero no dejó de reír durante toda la comida. Qué digo la comida, ¡durante todo el viaje! Y es que con su simpatía y su espontaneidad Paula se ganó a todos sus compañeros. Otro día tuvimos la oportunidad de conocer varios restaurantes vegetarianos y veganos de moda. Como profesor de Educación Física aluciné al entrar al Clip n’ Climb. un recinto indoor de escalada donde pasamos dos horas de diversión a tope. 

Muchas tardes las teníamos libres. Las “host families” se ocupaban de mostrarnos los lugares más emblemáticos de su ciudad. Nuestras chicas visitaron, entre otros sitios, la pista de patinaje, el museo de Gutenberg, la catedral, la bolera local o el mercado navideño. ¡Nos encantó el mercado navideño! Ubicado alrededor de la catedral y con numerosos puestos que ofrecían artículos de artesanía, decoraciones de Navidad o excelentes muestras de la gastronomía alemana. Personalmente me llamó mucho la atención la costumbre de beber el vino … ¡caliente! Con su toque especiado y servido casi quemando el Glühwein es una de las recetas navideñas más típicas de la zona. Está muy bueno, claro que sí, y además te ayuda a combatir el frío invierno alemán. 

Por cierto, ¿Habéis oído alguna vez hablar del “cultural shock”? Simplemente es una manera frecuente de describir los sentimientos de confusión y nerviosismo que una persona puede tener después de dejar una cultura que le es familiar para vivir en una nueva y diferente. Esta definición describe bastante bien nuestras sensaciones cuando el primer día de talleres nos dijeron, a las once y media de la mañana, que nos teníamos que bajar a comer, que la comida estaba ya lista en la cantina del instituto. O cuando observábamos a los alemanes que abarrotaban el mercado navideño en busca de una suculenta cena a base de salchichas y bocadillos de todo tipo … a las cinco de la tarde. No menos chocante resultaba comprobar que los trenes y tranvías circulaban allí sin revisores. ¡Y todo el mundo compraba su billete religiosamente! Menuda muestra de honestidad y de buen hacer, ¿verdad? 

Durante esta semana pude ser testigo también de cómo los lazos entre los participantes se iban haciendo más fuertes con el paso de los días. Se forjaron amistades muy sólidas. Seguramente algunas duren el resto de sus vidas. Y todos lo presentían. Sabedora de esto y emocionada, a duras penas conseguía nuestra brillante Andrea Lara contener las lágrimas en el momento de la despedida. 

Quiero deciros también que un Erasmus es viajar, salir de tu zona de confort, tener la oportunidad de hacer amigos, ¡grandes amigos! También de mejorar notablemente tu nivel de inglés y de conocer las costumbres de otras gentes. Otros puntos de vista, ya sabes. Un amigo me dijo una vez: – “Cuando viajas, vives en una semana lo que vivirías en meses si te quedas en casa”. Y es cierto. Te enfrentas a situaciones nuevas desde que te levantas hasta que te acuestas. Descubres que aunque tienes miedos, los vences; que aunque tienes carencias, las compensas; que las dudas, las resuelves; y que lo que no te gustaba o te parecía raro, en realidad ¡te gusta! 

Lo cierto es que para nosotros los profesores este Erasmus ha sido algo estupendo, sinceramente lo hemos pasado fenomenal, en gran parte gracias a Pilar, ya que es una persona que a todo le ve el lado simpático, con la que te ríes mucho y te lo pasas bien. Además ha viajado a innumerables sitios y aporta una gran experiencia. Seguro que su “cultural shock” fue bastante más light que el mío. Pero sin duda han sido los alumnos alemanes, austriacos, franceses, daneses y españoles los que más han sabido saborear y sacarle el jugo a estos días mágicos e inolvidables. Por eso esta experiencia les ha permitido madurar y crecer como personas. Me decían la semana pasada las chicas ilicitanas que chatean con todos sus nuevos amigos a diario. Se saludan, se dan ánimos, se ponen al día, se ríen, se cuentan sus cosas y hablan de lo que harán cuando vuelvan a verse. 

El vuelo FR4120 de Ryanair procedente de Frankfurt aterriza en el aeropuerto de Elche-Alicante a las 18.15 horas. Es sábado, 15 de diciembre de 2018. Salimos del avión y recogemos los equipajes. Nuestras familias nos están esperando a unos pocos metros. Tienen muchas ganas de volver a vernos y de que les contemos todo lo que hemos hecho, pero por encima de todo de tenernos en casa otra vez. Llegamos al punto de encuentro. Hay besos y abrazos. Lágrimas. Es curioso, se podría decir que para Ángela, Elisa, Paula, Paula y Andrea se trata de una sensación agridulce. Se alegran muchísimo de volver a ver a sus padres y hermanos, sin embargo ya echan de menos lo que han vivido en Mainz. Y se les nota … – “Pues no parece que se alegren mucho de vernos, ¿no?” me comenta uno de los papás. Porque se han bajado del avión, pienso, pero siguen en una nube.