La memoria del bandido

La memoria del bandido

La memoria del bandido

De Hector Hugo Navarro (Valencia, 1973) es filólogo, profesor y escritor. Ha publicado las novelas: La ciudad encendida y La memoria del bandido, ganadora del Premio Giralda de novela breve.

En “La Memoria del Bandido”, Héctor Hugo Navarro nos relata la historia de un delincuente juvenil, dividiendo la estructura misma del libro en un dualismo temporal que nos sitúa tanto en la actualidad (con la que comienza, de hecho) como en el pasado, a fin de conseguir dar a entender la evolución de los personajes, el propio Chito (nuestro protagonista) y su conexión.

Aún así, el hecho de que la historia dé comienzo en el presente, no dificulta la comprensión de la misma. Al contrario, la convierte en maravilla. Gracias a este orden estructural de saltos en el tiempo (y digo orden porque está perfectamente organizado), se nos permite conocer la psicología de los personajes, siéndonos dados sus más profundos pensamientos, preocupaciones y deseos en el momento necesario. Suelen tratarse, entonces, una especie de catáforas narrativas, haciendo que el lector lea la preocupación de un personaje sobre un suceso en una cierta página y, dos páginas después, se nos explique el suceso mismo.

Todo esto ambientado en una Valencia transformada, una Valencia diferente para el ex-presidiario Chito, que siente en carne propia la alteración de esta ciudad desde los años 60-70 a nuestros tiempos modernos, al salir de la cárcel, a la que accede por segunda vez (contando el correccional al que es mandado siendo menor). Son recurrentes, de esta forma, una gran multitud de alusiones a la cultura de la época, como el cine y sus clásicas películas Hammer (una vía de escape para nuestro protagonista en su juventud) o la droga, definitivamente presente en la vida del Chito.

Héctor Hugo Navarro usa, en varias ocasiones, una sintaxis tirando a compleja y embellece el lenguaje de tal manera que, acciones tan cuotidianas y efímeras como aparcar el coche en el garaje o ver el atardecer se convierten en “cobijar el coche en la plácida penumbra del asiento” y “ver morir la tarde perpetua”. Además el atardecer es también ese color anaranjado que ayuda al Chito a distinguir a Lidia del blanco y negro de las historias policíacas que tanto le agradan.

Esta novela breve es una historia de la búsqueda de la identidad de un joven y de su lucha por la vida, por la permanencia. Es una historia en la que las circunstancias y la suerte ponen a cada personaje en su lugar, llevándolos a su destino inevitable.

Es importante destacar el juego que se hace con el título del libro: “la memoria” y la gestión de cada personaje con su propia memoria a fin de ser más o menos feliz.

Una novela totalmente recomendada para (como dice el libro): “esas tardes tan largas en las que se hace de noche muy poco a poco y todavía uno no se marcha a cenar porque está esperando a que el sol se ponga y el sol nunca se acaba de poner; y al final no se cena porque ya es demasiado tarde y entonces apetece una copa.”

Crítica de Octavio A. Castaño